Notes

Hay situaciones en la vida en la que sobrepasas la línea entre lo emocionante y lo realmente peligroso; ese era exactamente el tipo de situación en la que Dollie se encontraba. Sus días eran muy agitados, la mayor parte del día se encontraba en la universidad, elaborando trabajos y temas para exponer. Aunque tenía aun bastante tiempo, siempre le gustaba hacer todo mucho antes y prepararse, sin embargo esta vez algo le inquietaba y no lograba concentrarse; su mente divagaba en el parque. Aun no se explicaba porque sentía una presencia cuando contemplaba las estrellas. Había transcurrido exactamente una semana de aquello y cada día era lo mismo, a pesar de que tenía temor, Dollie continuaba visitando el parque; no por su estúpida incertidumbre dejaría aquel lugar en el que se sentía completamente tranquila, hacía años que iba al mismo parque y para ella era su lugar favorito.
Esa noche no sería la excepción. Después de haber llegado a su departamento, decidió tomar una siesta junto con Buru y Haku sus amados gatitos. Era muy cálido y cómodo dormir con sus pequeños mañosos, pero para su desgracia, esta vez no podía conciliar el sueño, estaba demasiado absorbida por sus pensamientos, en especial se sentía un poco intrigada cuando escuchaba ruidos en el parque y a veces alcanzaba a ver sombras de alguien, pero nunca veía a aquella persona. Siempre eran ruidos y sombras, sino fuera porque no creía en los fantasmas pensaría que se trataba de ellos. Las horas transcurrieron y no había logrado dormir, no estaría en paz, hasta no descubrir que era lo que le hacía sentir de aquella manera. Dollie era una chica solitaria, incluso pensaba que solo se trataban de imaginaciones suyas, pero al final tacho ese hecho ya que por más solitaria que fuera tampoco estaría loca. Observó la hora de su despertador, y se impresiono al ver que ya era media noche ¿cómo era posible que en seis horas lo único que pensaba fuera en lo que ocurría con ella en el parque? Se levantó de su cama y se puso unos jeans cómodos y una blusa de manga larga, se colocó sus tenis y se cepillo el cabello, no era novedad que cuando se levantaba de la cama tuviera el cabello todo revuelto, sus pequeños felinos siempre se lo revolvían y no la dejaban de despeinar hasta cansarse.
Al salir, ya no se escuchaba todo aquel barullo de los autos y las personas, finalmente había un poco de paz por las noches, además que el aire era más puro que en el día. Eran de las razones por las que le gustaba salir de noche, solo era ella, la noche y las estrellas. Caminó con tranquilidad hacía al parque y nuevamente la tenue luz del alumbrado público le indicaban que había una presencia, a pesar de que volteaba cada dos minutos, nunca lograba ver nada. Era una tortura para Dollie sentirse así, ahora ni siquiera estar en el parque traería paz a su ser. Comenzaba a pensar que era la chica más desafortunada que existía. Dejó escapar un pequeño suspiro y solo deseo que aquella tortura terminara pronto. Al llegar al parque corrió hacía el pequeño lago y cerca de ahí se recostó sobre el pasto para apreciar el cielo nocturno, un sinfín de estrellas se veían. Siempre las señalaba y se disponía a contarlas, resultaba muy tonto de su parte pero le gustaba hacerlo. Cerró sus ojos por un momento y empuñó sus manos en el pasto. Nuevamente escuchaba pequeños ruidos de ramas cerca de ella, esta vez prefirió ignorar, era lo mejor que podía hacer. Mordió su labio inferior y le fue imposible evitar reprimirse.
—No sé qué quieras de mí, estoy casi segura que estos últimos días me han estado siguiendo. Ni siquiera puedo estar en paz en mi propio espacio y sí, lo marco como mi espacio porque a esta hora solo estoy yo. Piérdete a otro lugar y déjame.
Dijo con un hilo de voz, estaba claro que tenía miedo, quien quiera que fuera, estaban logrando que ni siquiera pudiera pensar con cordura.