Era una frívola noche de otoño y la habitación grisácea sucumbía en melancolía, mis ojos observaban los suyos con cautela e indagaba en la oscuridad que descifrabas en ellos. Ambos yacíamos en mi cama a cada lado de ella, dirigiéndonos la mirada sin emitir palabra alguna. Introduzco mi pierna entre las suyas y me acoplo a su lado, otorgándonos cercanía. Mi cabeza se habitúa debajo de la suya y mis brazos se entrelazan alrededor de su pecho, confiriéndole un efusivo abrazo tal verano tajantemente soleado. Puedo escuchar con claridad los latidos de su corazón, teniéndolo a mi lado me siento cálida, completa, me recuerda a mi hogar. Elevo mi vista a encontrarse con la suya, lo observo y me aproximo para que, en un suave choque nuestros labios se unan y pueda debutar a jugar con ellos. El incrusta sus manos en mi cabello y me acerca más a su rostro, presionando nuestras bocas acalorando el beso. Mis labios danzan a su mismo ritmo e introduzco mi lengua en su boca con delicadeza, aventurándome a explorar cada centímetro de la misma. Con mis piernas allego su cuerpo al mío apegándolo por absoluto, su intimidad roza con la mía y aquello logra enardecer un poco mi pelvis. La lujuria y apetito venéreo comienza a husmear en el ambiente. Con mis manos tomo de sus mejillas e intensifico el beso, muerdo su labio inferior con picardía y jalo del mismo soltando una pequeña risa. En un ligero movimiento se coloca boca arriba y me aproximo a subir encima de su cuerpo, desplegando mis piernas acoplándolas a sus caderas. Me inclino arqueando mi espalda, la cual el recorre lenta y cuidadosamente con las yemas de sus dedos, cada toque logra originar cosquilleos a lo largo de mi cuerpo y mis palpitaciones inician a acrecentarse en velocidad. Anexo mis labios de nuevo con los suyos, mi lengua se sirve un festín en su boca, sus manos bajan de mi espalda hacia mi trasero y sigilosamente presiona uno de mis glúteos. Dicho tacto me estremece, río por lo bajo y muerdo mi labio relamiendo el mismo, mis caderas comienzan a moverse paulatinamente encima de su miembro, rozando el mismo con mi pelvis. El introduce sus manos en mi camisa y en un moroso movimiento se deshace de ella levantándola por mi cabeza, la lanza al suelo. Tengo la suerte de que el no contaba con su camisa y su pecho estaba desnudo, por lo cual aprovecho de acariciar, entretanto deposito sensuales y apasionados besos en su cuello, el ladea su cabeza para darme más accesibilidad. Desciendo mi camino de besos a su pecho y a su abdomen, jugando torpemente con el borde de su pantalón. Tomo del mismo y lo desabotono, bajo su cremallera y me deshago de ellos de a poco, para concluir por lanzarlo de igual manera a como hizo con mi camisa. Lo observo con algo de picardía en mi mirada y muerdo mi labio inferior mientras bajo lentamente su ropa interior, liberando su notable erección. Sujeto de la misma con mi mano derecha impulsándome de nuevo hacia delante, la presiono con fuerza, bajo y subo por el tronco de su pene, percatándome de su rostro el cual expresaba placer íntegro. En una simple acción encajo su miembro en mi boca y cubriendo mis dientes con mis labios comienzo a contemplar los mismos movimientos que hacía con mi mano, ascendiendo y descendiendo con vigor y lujuria, el coloca su mano en mi cabeza apresurándome para encontrar más profundidad, la cabeza de su miembro rozaba mi garganta y en sí era delicioso. Puedo percatarme de la sensación que mi entrepierna y el resto de mi órgano comenzaba a sentir, era necesidad de su cuerpo, necesidad de el. Lamía a lo largo del mismo y succionaba de el, mi lengua rozaba su punta y me causaba furor observarlo gimiendo levemente. Pasé varios minutos consintiendo su pene, noté que comenzaba a sudar y no quería que se corriera antes de tiempo. Me detuve y relamí mis labios, me coloqué de rodillas para deshacerme de mi pantalón y me volteé para que desabrochara mi sujetador, en un dos por tres despidió el mismo y mis senos quedaron expuestos. En un rápido movimiento me colocó sentada de espalda a la pared de la cama, plantó un suave y erótico beso en mis labios y procedió a tomar de mis senos acariciando los mismos con sus manos, cerré mis ojos y mordía con fuerza mi labio, al punto de sentir romperlo. Mi respiración ya era pesada y mi mente estaba vuelta un lío. Tomaba de mis pezones y los hostigaba con fuerza y delicadeza de la misma manera, procedió a introducir uno de ellos en su boca y su legua jugaba alrededor de el mismo. Entretanto lo hacía bajó su mano libre hacia mis bragas y se deshizo de ellas con facilidad, acariciaba mi muslo y lograba estremecerme con el más mínimo tacto. Separó su boca de mi pecho y extendió mis piernas a punto de quedar considerablemente abierta. Coloqué mis manos a cada lado de mi cuerpo como soporte, su cabeza se dirigió hacia mi pelvis y comenzó a besar la misma, sentía su lengua recorrer mis labios vaginales y cada toque ascendía a lo largo de mi cuerpo. Comencé a gemir levemente y a la temperatura iban aumentándole los grados. Mordía y jalaba de mi capullo y en ocasiones introducía su lengua en mi intimidad, continuando al acto usó sus dedos índice y medio penetrándolos en mi, con movimientos rápidos causando robustas sensaciones en mi vagina. Con mi mano tomé de su cabello y jalé del mismo, respiraba con rapidez y logré alcanzar un pequeño clímax. Se levantó y bajó de la cama, me jaló de la misma levantándome por ende y me apegó a la pared al lado de ella, me cargó subiendo mis piernas a sus caderas permaneciendo en el aire, tomó con su mano su erección y la introdujo cuidadosamente en mi, comenzó el acto lentamente en movimientos constantes, aumentando la velocidad ante cada gruñido. Mi boca formaba una letra o pronunciada, gemía cada vez más audible y en determinados momentos lograba besar sus labios. Se movía cada vez más rápido y podía acechar en su rostro la lujuria y deseo. Procedió a bajarme de su cuerpo y me colocó boca arriba en la cama, se posicionó en frente de mi y colocó mis piernas encima de sus hombros, yendo de nuevo a introducirse en mí pero ésta vez con más rudeza y fuerza, sus energía aumentaba y sus movimientos eran rápidos, los minutos eran cortos para asimilar cada sensación. Mis uñas rasguñaban la tela debajo de mi y suspiraba entrecortadamente, me dejé llevar y en un fuerte gemido logré alcanzar mi clímax de nuevo. A los minutos posteriormente de constantes movimientos sentí cómo el se corría del mismo modo dentro de mi, el vapor que brotaba de nuestros cuerpos empañaban la habitación en absoluto. Yació su cuerpo a mi lado y mientras nos reincorporábamos, logré escuchar un suave y sincero te amo entre susurros. Me giré para poder observarlo, planté un suave beso en su frente y tendí mi cabeza en su pecho. Tal vez todas las tardes nubladas de otoño logren terminar en un caluroso agosto soleado de verano.
