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Me encantaba ser la chica nueva.

Yo no era como las demás chicas cuando se trataba de un nuevo instituto, ellas siempre eran como: Odio ser la chica nueva. Odio llamar la atención. Odio mi vida. Odio que no pueda volver a ver a mis amigas del alma, me quiero matar.

Y yo era como: Me importa una mierda todo esto, no me importa que todos me vean, no me interesa volver a mi antigua escuela, sobretodo cuando ni siquiera tengo amigas.

Algo a lo que ya estaba acostumbrada, pues mis padres siempre se estaban mudando a cada rato por lo que mis transferencias en las escuelas eran continuas, mi padre decía que el motivo de las mudanzas eran por su trabajo, pero yo sabia que no era asi, a ellos simplemente les gustaba estar viajando y conociendo lugares, como unos recien casados, e incluso aveces parecia que se les olvidara que tenían una hija adolescente, pero cuando se acordaban de mi eran los mejores padres del mundo.

Desde que empecé la escuela tanto en primaria como secundaria había sido transferida más de 17 veces, este era mi ultimo año espero que no me salgan con una sorpresa a estas alturas, ya me faltaba un semestre para terminar y poder entrar a la universidad.

A cada instituto que iba trataba de no hacer amigas, siempre eran solo conocidas, así cuando me tocaba irme las despedidas no siempre estaban ahí.

Caminaba por los pasillos de lo que seria mi nuevo instituto, estaba mirando el pequeño mapa/horario que me habían dado en la recepción, ya llevaba varios minutos buscando el salón de historia y aun nada, no sabia si el colegio era muy grande o yo era demasiado lenta. Algunas personas se fijaban en mi, no me molestaba. Y esperaba poder llegar a clases antes de que sonara el timbre, quería encontrar el salón por mi misma.

Y fue entonces cuando lo vi, era un chico alto, estaba de perfil y recostado en la pared. Hubieron tres cosas que llamaron mi atención.

La primera fue que nadie se le acercaba, algunos alumnos pasaban por su lado y ni siquiera lo miraban, por un momento loco pensé que era invisible y solo yo podía verle, pero entonces se acerco una chica, intercambiaron algunas palabras y vi como él le entregaba unos papeles que sacaba del bolso.

Lo segundo que llamo mi atención fue su ropa, tenía un pantalón que parecia ser un poco grande para él, y un buzo azul tambien grande, pense que tal vez era gordito pero vi sus manos —que sostenían un libro—, y su rostro de pefil, descarte la idea.

Y lo último que llamo mi atención fue su cabello tan negro como el carbon, lo tenia muy largo pero estaba casi todo peinado hacia arriba, algunos mechones iban en diferentes direcciones y parecia que nada lo sostenia, ese cabello tenia un aspecto casi de científico loco. Y tambien tenia unas gafas de montura negra gruesas, igual ese chico era todo un poema.

Tal vez no me fije exactamente en ese orden pero por ahi iba la cosa.

—¡Oye, idiota! Fíjate por donde andas, estás parada en la mitad del pasillo —y ese grito, que casi me dejo sorda fue el que saco de mis pensamientos al chico.

Gire lentamente para encontrarme con la persona que había chocado conmigo segundos atras. Eran dos chicas, una rubia plástica de ojos azules, alta y esbelta, tenia un short blanco y una blusa azul casi transparente con unos tacones de infarto, la otra chica era una pelinegra de tambien ojos azules pero esta tenia puesta una minifalda de jeans y top negro con unos zapatos parecidos a los de amiga. ¿Qué clase de colegio es esté? Esas chicas vestían como si fueran a alguna fiesta.

Supuse que la que me habia gritado era la rubia, tenia ese aspecto de la-perra-porrista-mas-popular-del-instituto. Pero me sorprendió un poco cuando quien abrió la boca fue la pelinegra.

—¿No me escuchaste, niñita? — casi me grito. ¡¿Niñita?! ¡pero si podria jurar que teníamos la misma edad!.

—Te escuche perfectamente, pero no es mi culpa que andes tan corta de vista para no fijarte por donde caminar —le hable con calmada molestia. No me agradaban este tipo de personas, antipatícas, con esa mirada de superioridad todo el tiempo, ademas ¡Odiaba que me dijeran niñita!

Escuche algunas risas y susurros a nuestro alrededor, y observe a algunas personas viendo el intercambio de palabras, casi se me había olvidado el lugar en donde estaba.
—¿Como díces? —siseó la chica por fin reaccionando, de seguro no estaba acostumbrada a que le hablaran así.

—Parece ser que tu problema no es solo de vista ¿eres sorda tambien? —creo que no debí de haber dicho eso, pero también sabia que mi paciencia tenia un limite, muy pequeñito, mis padres siempre me decían que solía desesperarme muy rápido.

La chica se acerco a mi lentamente, me sacaba mas de quince centimetros, pero yo tampoco me dejaba intimidar tan facil. Estaba apunto de replicar cuando sonó la campana, sin nada mas que hacer o decir dí la vuelta y empecé a caminar. Varias personas me miraban de reojo y tambien le lanzaban miradas a la pelinegra, podria jurar que nadie se atrevía a siquiera mirarla.

Ignorandolos a todos seguí mi camino, tuve que preguntarle a un chico cualquiera por la dirección del salón de historia, y asi fue como empezaron las clases.

(...)

—... y tambien tenemos a una estudian nueva —continuo el profesor—, ven al frente.

Me levante de mi asiento y me dirigí al lado del profesor, observe alrededor y me fije en las chicas de antes, estaban sentadas en la parte de atras acompañadas de un chico rubio, tenia aspecto de deportista, tambien estaba el chico que habia visto antes. Todo un cliché este colegio.

—Mi nombre es Ava Campbell, tengo 17 años... em... —me calle sin tener ni idea de que mas decir, mire al profesor.

—¿Qué lo que más te gusta hacer?

—Prenderle fuego a su cabello —y esa claramente no fui yo.

—Summer —regaño el profesor.

Seguí su mirada y me encontré -con como no- a la pelinegra que ya sabia que se llamaba Summer, vaya nombre. Si las miradas matasen... estaría yo quien sabe donde.

—Aunque te deberia de importar muy poco, soy pelirroja natural —le dije.

Mi cabello siempre fue lo que más me gusto de mi, era largo, ondulado, brillante y además algunas veces por los efectos de luz se podía ver de un color naranja, raro.

—Lo que sea, eso dicen muchas —se burlo ella.

—Pues a mi...

—Ava, ya puedes sentarte —me interrumpió el profesor.

Con un suspiro pesado me dirigi a mi puesto, no sin antes lanzar una mirada a Summer y encontrarla mirandome con una sonrisa triunfal, se alegraba de haberme dejado con la palabra en la boca.

Perra.

Después de varios minutos en donde el profesor paso lista y se puso a hablar sobre los objetivos de la clase, ya sabía el nombre de algunos compañeros, la amiga se Summer se llamaba Alice, el rubio con pinta de deportista se llamaba Jason, y el chico del cabello loco que llamó mi atención era Noah.

Y tambien otros nombres de compañeros no tan interesantes.

(..)

Pase por mi casillero para dejar mis cosas y me dirigí a la cafeteria, acaba de salir de la clase de biologia, el tiempo paso rápido, las clases hasta ahí resultaron no ser tan pesadas y los profesores no tan exigentes, pero apenas era el inicio del segundo semestre habia que esperar el transcurso de la semana.

La cafetería era grande y estaba repleta, había demasiado ruido, algo que no me molestaba, el silencio me exasperaba, mire los grupos en las mesas, estaba la mas grande de lo que supuse eran los populares, no mire mucho a esa parte pero alcance a ver a Summer mirando de manera burlona mientras estaba sentada en la piernas del chico rubio, Jason. los demás grupos eran pequeños, algunos reían y se molestaban entre ellos, otros simplemente no hacían nada. Decidi primero ir por mi comida y luego elegir con quien me sentaria.

Hice la fila y tome una pequeña bandeja en la pila que habia a un lado, algunas cosas se veían bien, otras no tanto. Tome un poco de todo y me quede parada en la mitad como una estúpida mirando a los lados.

Hasta que vi a Noah en una mesa en la esquina solo, tenía una libreta en las manos y unos auriculares puestos.

Y fue entonces cuando decidí que Noah seria mi nuevo mejor amigo.

Eso era, claro, si el también quería lo mismo.
     
 
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