Notes

GATO OVERLORD: ASCENSO AL TRONO
Autor: PKMN Goromoiz
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EN EL CAPÍTULO ANTERIOR...
Gato, al beber una pócima de un mago desconocido, empezó a hablar como un humano y a caminar como tal, aunque seguía manteniendo sus características de gato. Cuando llegó a la corte, el rey y la reina, junto a la nobleza, atacaron a Gato creyendo que el demonio le poseyó. Por suerte, Gato huyó sin ser herido de su imperio... Pero, por mala suerte, se perdió en las afueras.
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CAPÍTULO 2: EL BANDOLERO


Ya era de día y los primeros rayos de sol despertaron a Gato, que estaba debajo de un árbol. Sus rayas negras junto con su pelo gris brillaban. Gato bostezó y empezó a caminar en dos patas e intentó encontrar comida, porque claro, tenía hambre.

-¡Argh! ¡Primero me maltratan y después me atacan!- Se quejó-. ¿Por qué no me mataron antes de llevarme a su maldito castillo? ¡Sería mucho mejor en vez de estar aquí, muriéndome de hambre!

Ya estaba media hora dando vueltas, pero no consiguió nada. Nada. Intentó comer hierba, y lo hizo, pero no le gustó el sabor, así que escupió lo que comió. Hasta que escuchó algo. ¿Gallinas? ¡Sí, gallinas! Las gallinas estaban en una pequeña granja que estaba unos cien metros lejos del imperio, y corrió hacia ellas.

Iba corriendo en cuatro patas, ya que si corría con dos, iría más lento y se cansaría más. Y llegó, al cabo de unos minutos. Estaba hambriento, y su hambre, al ver a las gallinas, aumentó todavía más. ¿Qué hacía? ¿Hacer planes? ¿O atacar directamente? Pero lo primero es lo primero: tenía que ver si había algún perro o el granjero por ahí. Nada. <<¡Genial!>>, pensó Gato alegremente, mientras que los ojos se le volvieron rojos de repente.

Gato saltó la valla, y, sigilosamente, se fue acercando entre los cereales y un pequeño huerto que había, en el que un conejo estaba arrancando las zanahorias y se las pasaba a otro conejo, y éste conejo las lanzaba por ahí. Era un conejo blanco y otro negro. Y vino un conejo adulto que los miraba sin ninguna expresión. Y empezó a mover la boca y a hablarles... Pero claro, los gatos no entienden el idioma de los conejos, así que Gato no entendió nada de lo que estaban hablando. ¿Por qué los conejos no tienen expresión? Por lo menos, eso hubiera ayudado a Gato a saber si era una conversa mala o buena, y de ahí sacar información. Los animales, para comunicarse con razas diferentes, el Idioma Universal de los Animales.

<<Bien, los conejos están buenos pero... Corren demasiado... Pero no producen ningún ruido...>>, reflexionó Gato. <<En cambio, las gallinas son más lentas pero... No paran de producir ruido y pueden alertar a los demás... Es más, todos pueden saber que aquí hay algún que otro depredador. Quizás tenga que volver después, a medianoche... ¿Pero qué comeré durante todo el día?>>. Y sintió unas ganas tremendas de ir a cazar... No podía contenerse, se levantó, miró a los tres conejos con una mirada espeluznante y dio un salto. El salto llegó hasta los conejos, pero éstos fueron lo suficientemente rápidos como para evitar ser aplastados por Gato y comenzaron a huir. Gato iba tras ellos.

Los conejos llegaron hasta el perro guardián, que miró a Gato con los ojos inyectados de sangre y comenzó a perseguirle. Gato se dio media vuelta y, con sus ojos rojos, miró al perro. Ambos se pararon en seco. El perro sacaba saliva por la boca y Gato se mantenía firme. ¿Qué tenía que hacer? El perro empezó a ladrar y corrió a por Gato de nuevo. Gato huyó y se estrelló, sin querer, con el granjero.

-¡Pero qué pasa aquí!- Dijo alterado y vio a su perro ladrando, y, bajando la mirada, observó a Gato, que estaba tumbado al suelo por el golpe que se dio-. ¡Hay que ver...!

Y cogió a Gato, lo miró por todas partes y, dibujando una sonrisa, gritó:

-¡Qué bien! ¡Por fin podré hacer que esas ratas desaparezcan de mi casa!- Y, cogiendo a Gato con un brazo, se lo llevó hasta el interior de su casa, subió unas escaleras que llevaban al trastero y dejó a Gato ahí, en la oscuridad-. Hmmm... A ver... Ya está... Ya te he iluminado la sala, amiguito... ¡Tu trabajo es comerte las ratas!

Y cerró la puerta. <<¡Hay que ver...! Aunque haya cerrado la puerta, puedo escapar de aquí, pero... ¡Podré comerme todas las ratas que quiera!>>, y, con una sonrisa en la cara, empezó a husmear todo el trastero, pero nada. No encontró a ninguna presa. ¿Qué pasa? ¿Es que las ratas huyeron al ver que el granjero entraba? Quizás era eso... Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó unos pasos en el suelo. Una rata. Dos ratas. Tres ratas. Cada una con un trozo de carne en las manos. Y empezaron a hablar el Idioma Universal de los Animales:

-¡Oh, noble felino! ¡Déjanos vivir y a cambio te daremos media parte de nuestros alimentos!- Dijo una rata con un pescado en las manos.

-Je, hablas como el juglar estúpido que vino ayer y...- Dijo Gato-. Pero saldré perdiendo: si no os extermino, me echarán (supongo) o me castigarán... ¿Y qué es lo que haréis entonces? ¿Darle obsequios a mi cadáver? Porque puede que, en vez de echarme, me maten...

-No... No...- Dijo la rata-. ¿Estás diciéndonos que nos matarás de todas formas?

-No.

-Oh... ¿Y qué tal si... Si reinas sobre nosotras?- Preguntó la rata con media sonrisa, aunque su corazón iba a mil por hora.

-No pienso reinar sobre ratas cobardes...- Respondió Gato-. Si fuerais más valientes, quizás sí...

-Eeehhh...- La rata ya no sabía qué hacer ni qué decir. ¿Por qué se molestaron en negociar con un gato que apenas desconocían? Entonces, como que la rata (que encima era el líder) no sabía cómo convencer a Gato, hizo llamar a la rata más bella de todas. Y apareció.

-Buenas...- Dijo ella. Todas las ratas la miraban con admiración-. ¿Y qué te parece si te casas conmigo?

Su voz era seductora y miraba a Gato con una mirada desafiadora. Gato se rió por dentro. Gato tenía un afán de superioridad, no sólo hacia los demás, sino que a todos y a todas sin importar quién es la persona o animal.

-¿Y sólo eso? Ya me puedo casar con una gata u otro animal...- Respondió Gato con media sonrisa sádica.

-No, no sólo eso... Sino que también puedes reinar sobre nosotras y haremos lo que tú nos digas...

-Bien... Entonces, os ordeno que me traigáis comida.

-No, lo siento, no podemos hacer eso...- Protestó la rata-. No sin antes que aceptes nuestras condiciones.

-Sólo estoy probando vuestra fidelidad-. Mintió Gato-. ¿Qué creéis que puedo hacer si no me hacéis caso?

-Bueno, vale. ¡Traedle comida!- Ordenó la rata a las demás, y éstas, una por una, dejaban la comida a los pies de Gato-. Y puedes probarla... Es de muy buena calidad: toda la comida la hemos recogido hoy...

<<Je, y también la última que habréis recogido...>>, pensó Gato y empezó a comer. Las ratas miraban con miedo a Gato. En cinco minutos terminó la comida y miró a las ratas.

-Bien... Me he convencido de algo... Dijo y caminó hacia las ratas-. ¡Poneos a mi lado! ¡Ahora!

Y todas las ratas le hicieron caso.

-Ahora os enseñaré mis garras, y las compararé con las vuestras... Si tenéis, claro...

Y todas las ratas asintieron.

-... Y también os enseñaré... ¡Mis colmillos!

Y Gato se lanzó sobre las ratas. Las ratas huyeron y se escondieron de repente, pero quedó una, la rata más bella. Gato se la quedó mirando: la rata estaba paralizada de miedo y no sabía qué hacer, bueno, sí que sabía qué hacer: huir, pero no podía: sus piernas no reaccionaban.

-Bah... De todas maneras aunque os coma estaré tan lleno, con lo pequeñas que sois...- Dijo Gato y, poniéndose en dos patas, abrió la puerta y se fue corriendo como un gato hasta llegar a la granja. Ahí estaba el granjero, con su perro.

-¡Bien! ¡Qué rápido que has vuelto!- Dijo éste y subió al trastero. El perro lo observaba con atención. Al cabo de unos segundos bajó con la cara roja como un tomate y con una lanza en la mano derecha-.¡Imbécil! ¿¡Por qué no has acabado con las ratas!?

Y ordenó al perro que matara a Gato, mientras que el granjero le perseguía con una lanza. El perro era más rápido que Gato y lo atrapó ferozmente, mientras que el granjero con su lanza estaba a punto de matar a Gato, pero una flecha le dio en el brazo y la lanza cayó en el suelo. El perro miró alterado a su amo y, de repente, vino un señor con un sombrero de mosquetero y un pañuelo que le ocultaba la cara y con un caballo negro. Era un bandolero. Su capa lila ondeaba mientras desenfundaba su claymore. Saltó de su caballo y aterrizó justo donde estaba Gato. El caballo pisoteó al perro, y éste último escapó con la cola entre las piernas y se metió en su casita, mientras que el bandolero amenazó al granjero con su espada. El granjero huyó gritando.

-¿Estás bien, amigo?- Le preguntó el bandolero a Gato-. Me llamo Zekkon. ¿Y tú?

Gato no sabía si hablar o no, pero finalmente acabó hablando:

-Me llamo Gato. ¿No te sorprende que hable?

-No... En serio, he visto de todo y ya casi no me sorprende nada... ¡Hasta he luchado contra demonios!

Y Zekkon se montó con Gato en el caballo y juntos empezaron a cabalgar hacia el refugio.

·Continuará...·