Notes

Creo en las casualidades.

Nadie puede hacerme cambiar de opinión. Si alguna vez me haces cambiar de opinión, ten por seguro que: a) En verdad tienes buenos argumentos o b) no estaba tan interesada en mantener mi postura.

No me gustan las redes sociales en internet; pero a veces son la única forma de estar en contacto con tus seres queridos y tengo que hacer uso de ellas. Lo que más odio de las redes sociales es la superficialidad y la hipocresía de la gran mayoría de sus usuarios.

Soy muy precavida, casi paranoica. Si percibo que algo puede representar un peligro inminente para mí o para otra persona (incluso desconocido), por más insignificante que sea dicho peligro, intento deshacerme de la amenaza. Por ejemplo, si noto que en el suelo hay un pequeño plástico que podría ocasionar un resbalón y, por ende, un golpe, lo quito inmediatamente del suelo. También, cuando estoy cocinando o alguien más lo está haciendo y dejó el mango de la sartén hacia afuera de la estufa, le doy la vuelta para evitar que alguien lo golpee por accidente y se le caiga toda la comida caliente encima.

Soy de las personas que, entre más enojadas están, más silenciosas se vuelven. No grito ni arrojo cosas al aire cuando me enojo. Mi semblante tan solo se vuelve inexpresivo, pronuncio la menor cantidad de palabras posible, tiendo a aislarme y probablemente ya asesiné 10 veces a todas las personas del mundo en mi mente; pero nunca lo exteriorizo, ya que mi forma de desahogo está dentro de mi cabeza.

Siempre estoy alerta. Tengo reflejos felinos, por lo que cualquier movimiento extraño lo considero una amenaza. Esto me hizo una persona fácil de asustar. ¿Por qué les digo esto si lo pueden usar en mi contra? Porque no acostumbro a responder un susto con un golpe; pero si llego a hacerlo, ya habrán estado advertidos y no sentiré remordimiento por haberme defendido.

A pesar de que deseo algún día ser una persona reconocida a nivel mundial para así poder llevar mi mensaje a todo el mundo, no me gusta ser el centro de atención y hasta me siento incómoda con tantas muestras de cariño. No se preocupen, soy educada y sé cómo comportarme en situaciones de grandes magnitudes; pero admito que sí me incomoda un poco tanta gente a mi alrededor.

Me encantan los perros. Los considero los animales más fieles y amorosos del mundo. A veces son hasta mejor compañía que un ser humano.

Cuando estoy platicando con una persona, no me gusta hablar de mí, prefiero escuchar lo que otros tienen que decir. Soy buena escuchando a los demás.

No le doy importancia a fechas como navidad, año nuevo, día de muertos y todas esas celebraciones del calendario internacional. Incluso, no le doy importancia a mi cumpleaños. Esto se debe a que para mí todos los días tienen el mismo valor, y un número no define nada. Aclaro: estoy hablando de días como medida de tiempo, no como acontecimientos. En otras palabras, me daría igual si navidad este año la quiero festejar en julio y el otro año en febrero; me da igual si la festejo el 25 o el 30. No importa, incluso, si en lugar de “navidad” le cambian el nombre o si jamás volvemos a festejar navidad. Por esa razón no le veo sentido, por ejemplo, a entristecerse cuando no puedes festejar cierto acontecimiento el día de costumbre.

Soy muy creativa y tengo una imaginación incansable.

Soy muy paciente e intento ser lo más explícita posible cuando se trata de enseñarle algo a alguien. Pero me desespero en verdad muy fácil con aquellos que, por más explícita que sea, y por más veces que les haya explicado, no aprenden lo que les estoy enseñando.

Soy de las que creen en que las cosas no pasan por alguna razón. Para mí, las cosas simplemente pasan y depende de cada quien si las acepta de forma positiva o negativa. Por ejemplo, hay quienes dicen: “Pasó porque tenía que pasar” o “Todo pasa por algo bueno”. Pues, aunque respeto esa forma de pensar, creo en que están equivocados.

Aprecio bastante que alguien pida disculpas con sinceridad. De hecho, no me importaría si la persona no resuelve el daño que hizo; mientras en verdad sea honesto pidiendo perdón, y haya un arrepentimiento de corazón, me doy por bien servida (y hasta puedo hacer como si aquel problema no hubiera sucedido).

Me comporto de forma muy diferente dependiendo de con quién esté. Esto no lo considero hipocresía, lo considero inteligencia y educación. Por mi parte, les puedo decir que tengo 4 límites naturales de convivencia: el primero, respeto; el segundo, confianza; el tercero, familiar; el cuarto, amistad.

Soy de las (¿pocas?) personas que todo el tiempo se escuchan al hablar. Es decir, si estoy conversando con alguien, siempre escucho lo que estoy diciendo. Asimismo, estructuro oraciones completas en mi mente antes de decirlas. Por lo menos en mí nació esta costumbre porque, así como en la escritura, procuro expresarme de la mejor manera posible al hablar. En cualquier lengua o contexto.

Prefiero usar el sentido común que la lógica. La diferencia entre ambas radica en que el sentido común es más parecido a un instinto natural. En cambio, la lógica es creada por el conocimiento de las personas. Asimismo, considero que ambas son totalmente falibles, pues los instintos también se equivocan, y la veracidad del conocimiento es relativa.

Creo que la vida no puede resumirse en una sola palabra; pero tal vez sí en tres. Yo escogí estas: curiosa, irónica y maravillosa.

(Y un poco más, por supuesto...).