Notes

Aquella desgraciada había intentado dar explicaciones acerca de su implicación en un secreto que le había costado la vida a su compañero, Gabriel sentía que la indignación le hacía perder la calma y cruzándose de brazos simulaba no estar enfadado mientras la infeliz repetía que alguien había robado su celular. Sus ojos oscuros reflejaban furia y antes de que pudiera decirle o, mejor dicho, amenazarla una llamada a su móvil lo puso en alerta. Apretando los labios inspiró largamente y observando a la mujer susurró:

— Recupera ese teléfono y vete al sitio más lejano que encuentres.

Dándose media vuelta salió furioso, toda su fachada podía desmoronarse en cosa de horas y la cárcel sería la menor de sus preocupaciones. Debía serenarse y prepararse para el interrogatorio del día siguiente, era lógico que la muerte de un agente era grave y él estaba como testigo. Pero en su interior sabía que esa bala era para él, Beauregard observó la hora en su reloj pulsera y condujo hasta la agencia. Vestido de traje se veía como cualquier otro agente, pero cuando trabajaba encubierto sus tatuajes no le hacían parecer un policía,menos aún parte de la CIA.

Estaba cansado pero aquello era bueno, debía lucir afectado. Estacionó en la agencia y miró el lugar acordonado, descendiendo puso cara de circunstancias y mientras caminaba a paso rápido varios compañeros palmeaban su espalda en señal de condolencias, uno de los jefes se le acercó para explicarle que el interrogatorio sería realizado al día siguiente y tenía una semana de permiso. El castaño tomó la citación y condujo hasta su apartamento dónde no tardó en dormirse tras una mezcla de alcohol y somniferos. Al día siguiente se dio una extensa ducha y se puso un traje negro de luto por su compañero muerto, sentía curiosidad y algo de fastidio por tener que enfrentarse a un interrogatorio frente a un extraño.

Al llegar a la estación lo condujeron hacia la sala especialmente acondicionada, fría y amueblada con lo justo. Gabriel se quitó la chaqueta y quedando en mangas de camisa tomó asiento con aparente tranquilidad, se pasó una mano por el cabello húmedo mirando siempre hacia el frente. Otro hombre ingresó a la sala y lo observó tratando de descubrir un punto débil o un tic nervioso.

— Buenas tardes, que hora tan curiosa para un interrogatorio — murmuró entrecerrando los ojos — ¿Tienen café? Eso me ayudaría a aclararme las ideas y,cada detalle importa.