Un día más, un nuevo enfrentamiento. Las cosas iban tornándose de un color diferente, todos estaban atentos al enemigo, pero estaban perdiendo más personas hoy. ¿Por qué? Por el factor que nunca se esperaron. Francotiradores. Se movían con agilidad por el campo, tratando de evitar la muerte. Pero fue casi imposible. Robbery era un ejército lleno de sorpresas y difícil de vencer. Los gritos desgarradores de dos soldados se oyeron, los habían quemado con el lanzallamas. "Dioses, ayúdenos" rogó en su mente, obedeciendo la orden de su hermano, lanzándose a la tierra, disparando al tener el objetivo en la mira. El sonido de una nueva explosión invadió sus oídos y volteó a ver, afortunadamente, esta vez habían fallado. "¡Avancen!" ordenó, movilizándose hasta llegar con su hermano. "No puedo verlos, Noah. Malditos." y luego de que terminara de hablar, sintió un disparo en uno de sus cascos, el cual hizo que saliera volando de su cabeza. "Abajo, abajo" apresuró el contrario, cubriéndose, escuchando un disparo más, seguido de otra explosión. "¡Nos están acabando!" gritó el morocho, levantando la mirada para analizar el campo, pidiéndole al contrario que le siguiera. Mientras tanto, no dejaban de disparar. "Es el lanzallamas. Tenemos que..." "Tú estás loco, Noah. Pero hay que hacerlo." concordó, saliendo de ahí a su lado, moviéndose hasta llegar a uno de los enemigos que se encontraba haciendo uso de aquel aparato. Ambos sacaron su espada, encargándose de pasarlas ágil por el cuerpo del enemigo, quitándole luego el arma al asegurarse de que estaba en el mundo de los muertos. "Ten, úsalo tú." y sin más, se separaron. Pero lamentablemente el grito de ayuda llamó la atención del oji-azul, dirigiéndose hasta donde este provenía. Juró que nunca vio algo tan horrible. Sus piernas. Cuando uno de los enfermeros se acercó, él pidió algo de morfina. "Majestad, no hay esperanza. Va a morir." pero definitivamente se rehusaba a aquella respuesta. Rápidamente lo tomó en brazos, levantándose y entregándole a aquel hombre al enfermero. "Llévatelo de aquí. ¡Ahora!" Ordenó, observando como ambos abandonaban el lugar. Apenas dio la vuelta, su cuerpo volvió a caer al suelo y él luchaba contra el hombre encima suyo, para evitar su muerte. La sangre que salía de la boca del contrario lo impactó, pero cerró sus ojos, sintiendo como esta caía en su rostro. Después de sentir un peso menos, los abrió, observando a su hermano ahí. "Levántate y sigue. Hay que acabarlos." lanzó el cuerpo inerte a un lado y se levantó de ahí, tomando su arma para seguir peleando. Se reunieron junto con los demás, decidiendo utilizar la bomba. Pero no podían desde en donde estaban, necesitaban llegar un poco más cerca. "Yo voy." escuchó al lord comandante y ellos asintieron, entregándole aquello. Cuando lo miraron correr, rápidamente dieron la orden de cubrirlo, por lo que todos disparaban para evitar que saliera herido. Tenía que llegar. Iba a lograrlo. Activó la bomba justo a tiempo, lanzándola a la fortaleza, viendo como en cuestión de segundos, aquello ardía tanto como el infierno. No pudieron evitar sentir la victoria de este encuentro cerca. Ya habían destruido una gran parte. Se dispersaron por el lugar de nuevo. Algunos hacían uso de sus espadas, otros de la ametralladora, y en caso del príncipe Dimitri, aquel lanzallamas. Por un momento, se quedaron quietos, esperando por algún ataque sorpresa que nunca llegó. Fue entonces cuando supieron que por hoy, había terminado. Rápidamente se encargaron de atender a los heridos, llevándoselos al centro médico. Por esta noche, todos iban a descansar. Avanzarían mañana por la mañana. Lo más importante era no separarse y mantener sus "traseros a salvo" como diría el lord comandante.