Notes

Estimado Sr. Baardsson:

En este momento me encuentro extrañándole con la misma intensidad habitual. Empiezo a creer que esta hambre constante me acompañará eternamente debido a usted. No hay forma de medir la posible magnitud que posee la fuerza que me abruma recordándolo. Comprenda que este es el mensaje de un adicto a su esencia, de un dependiente de su llegada y un prisionero insufrible de su partida.

Estoy realizando una actividad vinculada a la creación de firmas virtuales para la personalización de un proyecto. Está de más compartirle los objetivos de tal labor. Sin embargo, así como el aire que infesta mis pulmones, ha invadido usted mi pensamiento incluso en una tarea que yace tan fuera de los comunes temas que nos abordan a los dos.

Una firma... ¿ha analizado el valor que se le da? Sé que en tiempos anteriores era básicamente una promesa palpada en una superficie que después se convertiría en el respaldo legal más preciso del mundo. Es, particularmente, un fragmento de nuestra identidad ante la ley; es la encargada de dar validez a cualquier acuerdo, es más poderosa que las palabras que se acunas en el aire. La sociedad ha cambiado y hay otros medios que pueden ayudar como un respaldo, pero hay algo íntimo en la firma no puede sustituirse.

Su firma la he visto sólo en una ocasión, cuando dejó la nota en la que me informaba de su "obsequio" luego de trasladarse a la ciudad surcoreana. Quisiera volver a ver su firma, contemplar la postura de sus manos al trazar y admirar la tinta diluyéndose en el papel mientras usted ejecuta el perfecto danzar de sus dedos.

Sin más por decir... me despido.

Compleja y eternamente suyo...
-Raphael Abyss.