Notes

Clío
¿Cómo empezar a narrar una infancia que a pesar de haber creado amistades buenas no me gustaría recordar? Aquello que no quiero recordar es lo que más recuerdo con todo y detalle. Contaría toda una historia amargar pero preferiré contar sólo lo dulce de esta infancia.
Lo más dulce inicia a los seis años, seis años primeros por los cuales mi cerebro volvería a pasar por materias y lecturas, años atrás había comenzado ya con mis estudios ¿hace cuánto? A los dos años, en mi primer año ya había aprendido a escribir; a los dos a leer, me escapaba a las aulas del kínder en esa edad y según lo que cuentan siempre corregía a los demás. Hice al menos cuatro años de preescolar.
Llegué a la edad de los seis y las psicólogas de mi escuela le decían a mi madre que iba a tener que llevarme a un lugar donde pudieran seguir alimentando mi cerebro sino, que mejor detuviera el proceso porque, no encajaría con los niños de mi edad e iba a tener ciertos gustos y mentalidades de personajes mayores a mi edad. Entonces, fue ahí cuando a mi madre se le ocurrió la idea de llevarme a un instituto privado y prestigioso. La verdad es que yo no tenía problema, desde que salían series en la televisión sobre internados me había dado curiosidad por ir a uno y ser parte del alumnado.
Era emocionante para mí, tanto que pedí que me llevara allí, nos dieron un tour por las instalaciones. Yo ya había caído por el instituto mientras que mi madre aún no parecía convencida: Al final accedió a inscribirme en él.
En el auto, de regreso a cada; habíamos tenido una plática en la cual ella me dijo que si me sentía incómoda se lo dijera. También que debería socializar más, fue justo ahí cuando mis gestos de extraño aparecieron, digo, ¿desde cuándo los niños de esa edad son sociales? Yo la verdad, había pasado por burlas en las estancias infantiles, así que mi personalidad había cambiado, no digo que haya sido “dulce” antes de los seis pero sí era más cariñosa con todos, pero luego de todo me había convertido en una niña seria, alguien con demasiada franqueza y muy realista, lo cual provocaba en los demás hasta en los adultos un sentimiento de rareza.
No pasó mucho tiempo para que el primer día se hiciera presente: Llegamos a las instalaciones y mi madre se dedicó a acompañarme todo el rato hasta dejarme en mi habitación correspondiente, sino mal recuerdo era la habitación “124”. Según nos habían comentado iban a ser 5 personas por cuarto. Así que iba a tener cuatro compañeras.