Notes

Indicación tras indicación por parte del mas pequeño resultaron siendo sus pasos mas revoltosos que de costumbre, imitando una serie de movimientos divertidos a tal imaginación de seguir en el equilibrio de un avión. Por supuesto, de vez en cuando haciendo sonidos exagerados y cómicos para sacarle más de una sonrisa y convirtiendo su diversión en una bonita memoria. La sonrisa acolmillada de Majima era imprescindible y tan energética que parecía ser otro niño jugando con su compañero, de un lado a otro hasta arribar a su determinada parada; el puesto de helados.
Hubo una mujer joven atendiendo quien pronto los recibiría con una de sus mejores sonrisas. Un detalle curioso fue que conocía al hombre del parche, y la reacción no emprendía ningún miedo pese a su título como temerario yakuza. De hecho, ella parecía volver a mostrar un semblante de agradecimiento ante un percance pasado donde él acabó siendo su salvador.

Quizás había perdido casi toda la felicidad durante el paso los años, pero, a veces se detenía en ejercer buenas acciones solo para tener pequeños motivos de volver a pintar una sonrisa en su rostro.

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— Ten, aquí. Compré uno para ti. — después de unos minutos, Majima se detuvo justo al frente del licántropo ofreciéndole un helado de tres sabores: fresa, chocolate y vainilla. Ya a su pequeño le había regalado uno de su sabor preferido (según él lo pidió), pero no pidió uno para si mismo. Realmente... aún no seguía teniendo el animo adecuado para disfrutar de los pequeños placeres de la vida como un buen dulce frío de un helado al día de verano.

— No estaba muy seguro de cual escoger, así que... pedí los mejores que tenían. — comentó con sinceridad. Sin embargo, su sonrisa se decaía lentamente.