Notes

Son las 9:00, y entre los inertes esfuerzos por mantener mi mente lejos de ti aparece esta imagen de una escalera retorcida en Barcelona. Aquella foto fue tomada la mañana después de dos resacas en una misma noche; una emocional y una por los tragos, se hacia tarde y perdería el tren, sin embargo la vista escandalozamente atractiva del techo iluminado de aquel edificio del siglo pasado, no podría pasar desapercibida; eran tiempos en los que la inspiración aún no se veía ahogada por los besos olvidados... El tren finalmente lo perdí, ni siquiera intenté llegar a la estación después de ver el reloj en el metro, y las resacas una pasó con el tiempo, la del alcohol, las ojeras que siempre me han abrazado con facilísimo fervor, desaparecen con las horas, los ojos entrecerrados se abren al atardecer y dejan el cansancio de la rutina; la otra resaca no es tan fácil de ahuyentar, esa resaca que queda después de decir a un nuevo amigo que has dejado tus sueños abandonados en algún lugar que no recuerdas, y no deseas volver a por ellos por la paliza que te puede pegar el camino y sus infractores, la resaca que queda después de que te das cuenta que pierdes el tiempo buscando lo imposible, que aunque deseas con el anhelo de un recién nacido aquello que el mundo te adeuda rechazas con la imposibilidad de un anciano con parkinson de tomar su propia medicina.
Y te recuerdo, recuerdo que pasaron dos semanas después de verte hasta llenarme de la fuerza necesaria para lanzar un "hola", dos semanas en que parecías como el camino difuso a uno de esos sueños que había abandonado en el templo de la soledad, dos semanas en que eras la belleza tras la niebla de la mañana; esa niebla que llego a desvanecerse cuando me dijiste que te gustaba hablar conmigo, entonces el camino se volvió real, y con la realidad el verde frondoso de los arbustos que ves a lo lejos se pueden volver espinas, con la realidad te das cuenta que los lagos tan hermosos en el camino son impenetrables cuando no sabes nadar, cuando te ahogan los besos olvidados, cuando la lluvia de las malas desiciones es tan fuerte y tan mezquina; como duelen las espinas cuando no puedes quitarlas, cuando son tantas y la lluvia de las malas desiciones las ha metido hasta el hueso.