Notes

A medida que la luz de la luna plateada inundaba la habitación en la que estábamos reunidos, todo lo que nos rodeaba y bajo nuestros pies; todo lo familiar para tus hermosos y afectuosos ojos, fuera gradualmente desvaneciéndose
— esfumándose como si sus estructuras estuvieran hechas de hielo seco —; similar a una fotografía de doble exposición, un escenario distinto por detrás se nos revela.

El techo ha sido reemplazado por un cielo nocturno límpido azul oscuro teñido de púrpura y magenta donde reinaba imponente en esa súbitamente cálida noche una altiva luna llena que, acompañada de su fulgurante corte estelar, era la testigo de un momento singular profundamente sensorial que se estaba produciendo de manera orgánica.

Las paredes dieron paso a un quimérico paisajismo brindado por un primoroso jardín bien regado y verde con céspedes, árboles, salpicado de flores multicolores. En el corazón de unas cuantas antorchas, que de sus soportes proyectaban un verdadero espectáculo de luces y sombras, en una magnífica y suave alfombra persa posicionada sobre una plataforma, yacía una lujosa tienda de campaña hecha de gruesos y aterciopelados tejidos dignos de la realeza. Llevaba la entrada cerrada, todavía. El interior aún estaba envuelto en las densas brumas del misterio.

Afuera, en la quietud de la noche, las luciérnagas se lucían revoloteando de un lado a otro.

Cerca de donde estábamos había una bañera grande elaborada en cuarzo rosa conteniendo en el centro de ambos lados una superficie para ponerse itens, como la pequeña cascada de chocolate para degustar con trozos de fruta yaciendo a la derecha mientras a la izquierda se ve una intrigante y ornamentada botella de contenido incógnito junto a dos tazas.
A una temperatura acogedora el agua revitalizante tenía pétalos de jazmín, rosas y lotus flotando en su superficie cristalina y perfumada en medio de burbujas. Independientemente del tiempo transcurrido hasta alguién bañarse en esta — o salir de esta — no se perderían sus propiedades relajantes, provenientes de aceites esenciales, tampoco su agradable temperatura e hipnotizadora fragancias.

A la ornamentación exterior, estaba a cargo de un suntuoso monumento. Una combinación de arquitecturas cubierta en inmaculado mármol blanco, posible ser contemplado desde donde estamos. La bañera se encontraba posicionada de manera que quien se bañara en esta pudiera contemplar a este monumento.

En todo el esplendor;
El epítome del amor.
Construido por muchas manos,
Idealizado por un solo corazón.

El Taj Mahal.


En medio de los besos y chupadas ligeras plantadas en aquella, mis dientes raspan por un momento tu piel sensible, acariciada por la suavidad de mi barba, subiendo hacia tu oreja cuyo lóbulo no muerdo. En lugar de un mordisco, yo empiezo un masaje con mis labios que es finalizada con una leve y lenta chupada. Mientras eso, una de mis manos cubre uno de tus montes al paso que la otra llega a tu abdomen bajo la tela; acariciando la parte inferior, administro una persuasiva y lenta caricia con mis largos dedos. Siento una de tus manos sobre la mía en tu abdomen; y estremezco de placer al sentir la otra detrás de mi nuca. La manera con que tus dedos se hunden en mi cabello, como tus uñas se arrastran en la región, haciéndome erizar completamente.

Todos mis sentidos están activados y tus reacciones los están nutriendo, como si fuera un espléndido festín. Un pequeño movimiento involuntario de tu cuerpo me quita otro gruñido contra tu oído.

Mi boca viaja hacia tu rostro, deslizando lento desde tu oreja, dejando caer besos en el camino. Tu rostro se vuelve hacia el mío, tus labios buscan instintivamente los míos, me muero por reclamarlos para mí, pero no lo hago de inmediato.

La lengua es la raíz del corazón en la medicina china.

Beso la comisura de tu boca, la punta de mi lengua saborea la región besada.

En la época que supe de esta creencia involucrando lengua, raíz y corazón en el mismo contexto, me fue inevitable pensar en las «macetas» donde ha estado la «raíz» de mucha gente. Las macetas en las que estuve mi raíz pertenecieron a personas con quien yo había entablado una conexión; nunca fue puramente físico. Cada conexión que establecemos es única, como cada alma es única, sin embargo, ninguna conexión pasada mía ha logrado rozar las fronteras de la que poseo contigo. Nunca me sentí así por otra alma.

Cuando nuestras raíces se encuentran, nuestros corazones florecerán.

No vuelvo a verbalizar palabra.

Nuestras almas han hablado el mismo idioma desde el principio, mucho antes de que nuestros ojos se encontraran.

Mi motivación para hacerlo antes tuvo un hogar en lo consciente que soy del poder que mi grave profunda y ligeramente ronca voz tiene sobre tí. El mismo poder tiene la tuya sobre mi ser. Todavía hay otras formas de hacerte saber del efecto que tienes en cada capa mía. Puedo lograr los mismos resultados utilizando otros medios. Es seguro decir que esta noche no terminará sin que descubras aquellos.


Empiezo por instruirte a ti mediante la intuición para que mantengas los ojos cerrados por el momento. Yo te instruyo a enfocarte en todos los otros sentidos, en las sensaciones que estás experimentando y en las que aún quedan por vivir. Yo sondeo tu disponibilidad para utilizar una venda y descubro que, aunque no te encuentres en contra del uso de ese accesorio, por tu total confianza en mí, todavía, estás contra cualquier distancia que se interponga entre nuestros cuerpos. Teniendo en cuenta la completa inexistencia de la más mínima distancia entre nuestras almas, corazones y mentes, es natural que queramos estar tan cerca el uno del otro físicamente casi al borde de la simbiosis. Al haberme deleitado con el sabor y la tersura de tu piel, me embriagado con tu aroma, me recordando a postres y flores — eso casi suena como el título de un libro de poesía —; habiendo sentido la geometría de tu cuerpo sobre tus prendas. No pondría deliberadamente una distancia significativa entre nuestros cuerpos antes de esta noche, ni nunca.

Lo sé, lo sé.

Demasiada osadía de un súbdito, atreverse a decirle a una reina lo que ella debe o no hacer. Pero ya ves, soy un rebelde con una causa, una causa que es, en igual medida, altruista y egoísta al mismo tiempo.

Proporcionarte placer me llega tan deleitoso como si nuestras posiciones estuvieran al revés. Cada pequeña sensación sentida por ti, también la siento yo, digamos, el doble, como si provenientes de mi propio ser, y sumándose a mis propias sensaciones.

Una sonrisa de mi parte ante la transparencia de tus emociones se perfila en tu piel. Mi boca confiere los mismos honores al otro lado de tu cuello. Tus ojos se encuentran vendados, pero aunque nunca he dejado mi puesto, estás consciente que yo soy el responsable. No sabes como lo hice, pero todas y cada una de las dudas que puedas tener al respecto se quedaron en segundo plano ahora.

Como si fuéramos una sola alma animando dos cuerpos, permito que mis propias sensaciones lleguen a ti en oleadas de la misma manera que las tuyas me llegan a mí. Sin ninguna extrañeza, sin ninguna barrera. La empatía en estado puro en acción. Estoy sintiendo lo que sientes tú porque tu alma me ha dado su respaldo y te sientes lista para unirte a mí en esta expedición sensorial.

Unirte a mí una vez más.

Después de todo, ya hemos estado en esta jornada antes.

Tú has tenido tantos cuerpos diferentes a lo largo de tu existencia, y me enamoré de cada uno de aquellos cada vez, aunque ni siempre he podido estar presente en cada regreso tuyo desde el plano espiritual, en vista que, cuando vuelves al plano espiritual después de realizar el pasaje, tu espíritu no lleva ningún recuerdo concreto de mi persona y, por lo tanto, nuestro lazo se queda en estado de espera; a diferencia de los establecidos entre los espíritus humanos que, eventualmente recuerdan los lazos construidos entre sí después del findar de su estadía en el plano terrestre. Entonces, cuando te vuelves carne de nuevo con tu espíritu residiendo en un nuevo cuerpo, me mantengo en un estado expectante, lo cual es inusual en el caso de una persona como yo despojado de las expectativas orbitando alrededor de otros. Yo te espero y espero tu alma invocar la mía inconscientemente. Gracias a la Tierra poseer su propia memoria y lenguaje, el lazo que nos une ha logrado despertar de su coma, desde la densa oscuridad del olvido.

Puede que no me recuerdes,
pero llévame contigo a donde quiera que vayas.
Porque el verdadero olvido, recuerda, no existe.
El recuerdo siempre llamará a nuestra puerta.


Escuchando tu corazón martillar en tu pecho, puedo sentir cada latido como si yo tuviera dos corazones pulsantes dentro de la caja torácica. El sonido de tu respiración es como una invitación a continuar y sumado a tus jadeos sensuales, hacen que cierta parte de mi cuerpo manifieste la extensión sólida y vibrante de su espeso y jubiloso entusiasmo, de modo que, debido a la proximidad de nuestros cuerpos, además de nuestras almas, puedes sentir esa parte con tu cuerpo colado al mío.


El suave aroma a incienso mezclado con el aire fresco de la noche y la fragancia proveniente de los árboles y flores acarician tu sentido del olfato. Permito que estos olores te lleguen, lento, como quien se despierta de un sueño por el aroma del café recién hecho.

En el instante en que abres los ojos, te darás cuenta de que ya no estamos en tu casa. Que las prendas que antes abrazaban tus curvas ya no están presentes.

No, no estás desnuda.

Desnudar a tu ser querido, o tenerlo desnudándose para nuestros ojos, es un honor, un privilegio, una dádiva. Es un acto con una simbología muy profunda detrás. No me refiero solo a la desnudez del cuerpo, sino también del alma. Y nos hemos abierto el corazón; hemos desnudado nuestras almas. Y con nuestras almas desnudas, hemos estado explorando la inmensidad de nuestros Universo privados. El vínculo a unirnos uno al otro física, emocional, mental y espiritualmente en un nivel muy raro nos ha invitado un día a permanecer el uno en el otro y no solo el uno con el otro. Nosotros aceptamos la invitación, y nuestros seres nunca han vuelto a tapar esa desnudez anímica, mental, emocional y espiritual que poseemos. Por lo tanto, yo nunca vendría a robarnos este regalo. Pero, en lo que respecta el alma, hemos sido como Adán y Eva haciendo el amor en el paraíso. Así que, en la ocasión que nuestros cuerpos entregarse al abrazo de los amantes, este acto vendrá a ser una manifestación física del intercambio de energía fluido y continuo que, al contrario de lo que le pasa a mucha gente, no nos vacía, de lo contrario nos hace desbordar.


La venta se ha ido.

Sabes tú que ya no está allí.

Sentiste que le quitaban el accesorio, esas mismas manos invisibles que la colocaron sobre aquellos te la sacaron.

Lo primero que ves cuando vuelves a abrir los ojos es el Taj Mahal. Tu mirada simplemente se dirige hacia aquella dirección cuando se abren tus ojos.

Nuestra ropa ha sido reemplazada por elegantes vestimentas tradicionales indio.

Desde el modelo y los detalles en la composición de la tuya son exactamente lo que hubieras querido si tu mirada se hubiera posado en esta, incluso los adornos. Lo mismo conmigo.

Mis brazos están alrededor de tu cintura y mi barbilla descansa sobre tu cabello. Las sensaciones siguen ardiendo en nuestro interior sin disminuir el fogonazo en qué se ha convertido nuestra llama. Un fuego que ha estado ardiendo por muchas vidas. El tiempo no tiene poder sobre este momento, este se encuentra suspendido. No hay necesidad de correr contra el reloj. Jamás lo ha habido, no entre nosotros. La noche será lo que ambos hagamos de ella. Bailaremos sobre las manecillas a voluntad y a nuestro propio ritmo.