Notes

De nada. Tú yo onírico, igual que a tí, merece ser tratada como una Reina independientemente de las fechas, ya que cada nuevo día es una celebración en sí misma porque tú existes. Yo soy tu súbdito, Audrey. Tu heraldo; bufón; consejero, guerrero. Tuyo.

Ciertamente formamos un duo de niñeros formidable en tu sueño, como la película que vi con mi sobrina una noche, «Guía de una niñera para cazar monstruos». A los niños les encanta mucho tu persona. La dulzura jubilosa de tu alma y la calidez y sensibilidad de tu corazón, la forma creativa y visionaria en la que trabaja tu mente son detalles que resultan muy notorios y positivos a los ojos de un niño, y no solo ellos. Tú los involucra y les acoge, los encoraja e inspira. Y según mis sobrinos estoy calificado a hacer estas observaciones en nombre de los niños, pues en la perspectiva de ellos soy un adulto afuera, un niño dentro. Dicho eso, tendrías mi aprobación y bendición para ser la niñera de mis sobrinos. Y, por supuesto, de mi niño interior.

Por cierto, es bueno saber que ese tartamudeo te dió ternura. No estoy autorizado a confirmar o negar que se puede repitir en el futuro, pero para que conste, tu comentario me hizo sonreír. Tu, mi fai sorridere la mi mia anima, amore mio. Questa è la verità del mio cuore che batte tra le tue mani. Ti amo ad ogni respiro. Credo di averti amato dal mio primo respiro di vita e ti amerò fino all'ultimo di ogni vita della mia esistenza immortale.

P.D.: Era «Believer» la canción cantada a nuestro hijo onírico.