NotesWhat is notes.io?

Notes brand slogan

Notes - notes.io

Aún vagabundeaban por mi subconsciente los negativos (fotográficos) de nuestro último polvo.
A pesar de resistirme a recordar la última vez que estuve entre sus brazos: aquel recuerdo dedicadamente revelado me perseguía hasta cuando cerraba los ojos. Sí, exacto: incluso en sueños. Una serie de explícitas diapositivas se encargaban de recordarme que aquello había sido real. Una imagen nítida e inconfundible de cómo gozaba cuando estaba aferrada a su cintura, cabalgándole: siendo libre, siendo yo. Un sonido envolvente en « dolby digital » de mis gemidos entremezclándose con sus jadeos y gruñidos. Disfrutando. Me despertaba empapada y no sólo de sudor; excitada y acelerada. Me acechaban un sinfín de sentimientos encontrados. La necesidad instintiva y primaria de masturbarme con su recuerdo hasta el orgasmo, y el rechazo, la negación automática…
No podía olvidarlo. No. Estaba en mi piel y, pese a intentarlo, pese a tratar de borrarlo o sustituirlo: no podía olvidarme de él. No cuando percibir la característica esencia de su perfume por la calle, me hacía cosquillas en el clítoris.

¿Qué sientes cuando te reencuentras de bruces con la que fuese la historia que marcó tu vida? Sensaciones, ¿cierto? Las sensaciones se apoderan hasta del último recoveco de tu cuerpo. Íntimas, cómplices y sexuales. Buenas o malas, agalopándose en tus entrañas. Contradictorias entre sí pero con un punto en común: todas se te acumulan en un área muy concreta. A veces se te atragantan en la garganta, como cuando forzabas la arcada; otras en la boca de estómago, como cuando te dijo que estaba enamorado de ti, por primera vez; y otras, como me ocurrió a mí, entre las piernas. La tensión azota de maneras muy distintas pero a mí, personalmente, me toca de lleno. Me aviva, me despierta.

No sé cómo, pero desde que amanecí bien temprano en la mañana: lo presentí. Supe, de alguna manera, que aquel día sucedería algo que no mencionarían los horóscopos semanales. Desperté con una sensación indescifrable martilleándome, sin contemplaciones. No sé cómo explicarlo pero sentí su presencia en aquella convención nacional, aun sin haberle visto. Sin saber siquiera si estaba invitado, o si se presentaría acompañando a alguien. Tal vez por esa sencilla razón, no me sorprendí cuando su cálido aliento me acarició de súbito el oído.

— Qué hace una chica como tú, en un sitio como este.

Y pese a que el terremoto que provocó en mi interior, con el arrastrado y pesado tono de su voz, lo debieron de sentir hasta en Tombuctú, preferí mostrarme audaz e imperturbable. No iba a ceder. O no tan de prisa, al menos.

— Cenar gratis. – Contesté resuelta.

Y se rió, se rió como solamente podía reírse él: con todo el cuerpo.
Y a mí… Joder, a mí se me comenzó a resquebrajar, poquito a poco, la fachada.

Estaba increíble. Más atractivo que la última vez, si cabe. ¿Era posible? Desde luego que lo era. Lucía un traje que le sentaba como un jodido guante; una barba de varios días perfectamente arreglada y llevaba el pelo peinado con cera, al más puro estilo Billy Russo. Casi resultaba insoportable que un hombre pudiera ser tan guapo. Levantaba pasiones y dejaba un rastro de lencería difícil de ignorar allá por donde pasaba, y yo lo sabía. De primera mano, de hecho; en primera persona. Porque, antes o después, siempre me imaginaba metiéndole la ropa interior en el bolsillo interior de la chaqueta, o en el del pantalón, como declaración de intenciones.

Durante un margen inexacto de tiempo, sólo supimos mirarnos. Miradas que veían mucho más allá del físico, o del atuendo que habíamos escogido. Conocía esa mirada… La conocía bien, muy bien.

— ¿Y no preferirías salir de aquí? Escaparte.

Sin preámbulos. Aquello era un detalle que siempre me fascinó de él: no se andaba por las ramas. Detestaba los rodeos. Era directo, de esa clase de personas a las que no les gusta perder el tiempo.

— ¿Escaparme? A dónde. – Hacerme la tonta para escuchar lo que quería oír siempre fue lo mío.
— Conmigo.

Conciso, sí; pero más certero que una flecha de la indomable Mérida en la diana.
Y juro por Dios que en ese preciso instante hubiese agarrado su mano y hubiese salido por patas de allí, con la complicidad y confianza que nos caracterizaba cuando estábamos juntos, sin mirar atrás. Sin hacer siquiera el amago de girarme. Con él iría al fin del mundo si me lo pidiera, sin titubear. Porque el corazón y la cabeza rara vez están de acuerdo y, cuando lo están, cuando lo saben, cuando lo sientes: no debes de perder el tiempo. Y afortunadamente, a su lado, todo fluía como debía, aunque las circunstancias nunca estuviesen de nuestro lado. Lo nuestro era amor. Amor sano, puro y nada egoísta.

Repentinamente…, dejé sobre aquella mesa, junto a los canapés, mi copa de vino blanco y redirigí mis pasos en dirección contraria. Me di la vuelta y me perdí entre la multitud. No, no le pedí que me siguiera. No, tampoco necesité verbalizar lo que tenía en mente: él me siguió como solamente sigues a alguien a quien quieres, seguro de tus pasos. Quizá no podíamos escaparnos, pero nadie nos impedía viajar a otro lugar desde el mismo destino.

En el centro de la pista dispuesta para quién se animara a bailar, volvimos a encontrarnos.
Nuestras sonrisas hablaron por sí solas: predijeron el futuro de aquella noche. Pero decidimos hacer caso omiso durante una canción. Tres minutos aproximadamente, tal vez cuatro. Sonó, irónicamente: Never Tear Us Apart, de Bishop Briggs. Tal vez no fuese una de nuestras canciones, pero sí que hablaba de nosotros y formaba parte de nuestro repertorio.

Era alto. Bastante más alto que yo, yo no pasaba del metro sesenta y cinco, mientras que él llegaba de sobra al uno ochenta. Aunque, por suerte para mí, aquella noche había escogido unos tacones que me dejaban unas vistas maravillosas de su boca, y un vestido que definía cada una de mis pequeñas curvas. Me apegó contra su cuerpo con seguridad y bailamos… Pegados. Cada uno sosteniendo al otro, manteniéndolo a raya.

— Estás preciosa. – Hizo una pausa muy breve. — Por si no te lo había dicho todavía.
— Dime algo que no sepa. – Murmuré.
— Te echo de menos.

Y aunque el mundo siguió girando como si nada acabase de suceder, yo sí me paralicé. Aunque lo hice, de puertas para adentro.

— He dicho algo que no sepa… – Volví a insistir.
— Te echo mucho de menos. – Y enfatizó aquel ‘mucho’ para que no hubiese espacio alguno para dudas.
— Tú también estás guapísimo…

Y olía, joder cómo olía. Tan sólo su aroma bastaba para provocar un incendio de gravedad en mi ropa interior. Para erizarme al mismo tiempo la piel y los pezones. Y quizá a él le bastaba con leer correctamente mi lenguaje corporal para excitarle: a juzgar por el bulto tan notable que sentía apretujándose contra mi bajo-vientre.

No, no sé cómo acabamos en el baño de caballeros. No lo sé.
Pero sé que nos besamos como si llevásemos una eternidad sin vernos, o sentirnos. En ese beso había más de sexo, que de necesidad. Saliva, lengua, sintonía… Una degustación en toda regla. Éramos como dos volcanes en erupción. Fuego y gasolina. Un boom en mayúsculas que no dejaba indiferente a NADIE. Mi carmín rojo se había parcheado entre tanta lascivia, había terminado machando el cuello de su impoluta camisa blanca, además de su boca. Mis manos aflojaron el nudo de su corbata (a medio camino del cubículo que nos resguardaría de las visitas que pudiese recibir aquel aseo público) y abrieron de par en par su camisa, haciendo saltar inclusive algún botón de la misma por la brusquedad. Él, por su parte, me arrugó el vestido por encima de la cintura. Deseaba fundir la yema de sus dedos en la carne de mis nalgas. Ejercer una firme presión para arrancarme algún sonido gutural, como solía suceder cada vez que manipulaba esa área en concreto.

— Retiro lo que dije. – Dijo, de pronto. Jadeante.
— ¿El qué? – Respondí, ligeramente confusa.
— No estás preciosa: estás buenísima.

No pude más que estampar mi boca contra la suya cuando volví a auto-corregirse, alegando que no estaba preciosa, porque ya lo era: lo era sin maquillaje, lo era con un moño desaliñado, las gafas y el chándal de andar por casa.

¿Si teníamos prisa? No. No obstante, debíamos ser discretos y rápidos. Sabíamos que no necesitábamos ningún tipo de preliminar para estimularnos. Aquel baile, aquel viaje hasta el destino actual ya nos había caldeado bastante los sexos. Él estaba tan duro que le dolía y yo…, yo no podía parar de lubricar. Aun sabiendo ésto, aun siendo conscientes de que podíamos « valernos » de un aquí te pillo, aquí te follo: anhelábamos sentir al otro bajo los dedos, y no nos hicimos de rogar.

Un dedo y una paja nunca se habían sincronizado tan bien. Nos debíamos un aliento y, mutuamente, nos lo robábamos. A mí cada vez que me miraba a los ojos y me susurraba lo cachondo que le ponía sentirme tan resbaladiza; a él cuando no podía reprimir ni verbalmente las ganas que tenía de metérmelo en la boca. Sus falanges se hundían en mí, al tiempo que mi palma lo envolvía; ascendiendo y descendiendo, u oprimiendo. Mis caderas se acompasaban, exigiendo más; y la suya buscaba un orificio en el que perderse.
     
 
what is notes.io
 

Notes.io is a web-based application for taking notes. You can take your notes and share with others people. If you like taking long notes, notes.io is designed for you. To date, over 8,000,000,000 notes created and continuing...

With notes.io;

  • * You can take a note from anywhere and any device with internet connection.
  • * You can share the notes in social platforms (YouTube, Facebook, Twitter, instagram etc.).
  • * You can quickly share your contents without website, blog and e-mail.
  • * You don't need to create any Account to share a note. As you wish you can use quick, easy and best shortened notes with sms, websites, e-mail, or messaging services (WhatsApp, iMessage, Telegram, Signal).
  • * Notes.io has fabulous infrastructure design for a short link and allows you to share the note as an easy and understandable link.

Fast: Notes.io is built for speed and performance. You can take a notes quickly and browse your archive.

Easy: Notes.io doesn’t require installation. Just write and share note!

Short: Notes.io’s url just 8 character. You’ll get shorten link of your note when you want to share. (Ex: notes.io/q )

Free: Notes.io works for 12 years and has been free since the day it was started.


You immediately create your first note and start sharing with the ones you wish. If you want to contact us, you can use the following communication channels;


Email: [email protected]

Twitter: http://twitter.com/notesio

Instagram: http://instagram.com/notes.io

Facebook: http://facebook.com/notesio



Regards;
Notes.io Team

     
 
Shortened Note Link
 
 
Looding Image
 
     
 
Long File
 
 

For written notes was greater than 18KB Unable to shorten.

To be smaller than 18KB, please organize your notes, or sign in.