Notes

Nunca he sabido hablar bien de mi o siquiera que decir cuando preguntan sobre mi vida, mi trabajo y demás.
Creo que debo iniciar contando que tuve una infancia linda, tranquila y llena de amor. Soy la más chica de 4 hermanos que poco a poco se fueron desprendiendo de la familia por cuestión de trabajos, matrimonios y demás hasta quedar mi hermana mayor Kathia y yo en casa hasta que ella en un viaje de cumpleaños conoció a su perfecto caballero italiano y dejarnos por ir a perseguir sus sueños de amor. Así que yo seguía con mamá puesto que a mí padre estaba en otro país y solo nos mandaba mensajes en nuestros cumpleaños y navidades. He de decir que no era popular en la escuela, ni siquiera tenía tantos amigos; solo Samara y su extraño novio llamado Ethan. Me gustaba fingir que era un ser invisible que solo estaba ahí para las necesidades de la gente y nada más y estaba bien con ello, me sentía cómoda y en paz conmigo. Hasta que un día mi abuela llegó a la ciudad, recuerdo que estábamos preparando todo para mi quinceañera y mamá me avisó que ella estaba en la ciudad así que tuve que ir obligada a verla y convivir un poco con ella. He de decir que no me sentí cómoda al conocerla pues ella era tan recta y estirada.* Así que la primera impresión no fue para nada buena, quizás conociéndola un poco mejor podría cambiar eso. Me invito un té en su perfecto jardín y su mirada solo se paseaba por mi cuerpo, quizás pensando en el desastre que claramente era y que no encajaba en su perfecta vida con su peinado perfecto. Podría seguir describiendo cada olor, cada color y ruido de aquel día pero lo que me soltó en aquel jardín hizo que mi vida diera vuelta a ciento ochenta grados.
“--Emilia, quiero platicarte una cosa—Sonrió mostrando sus dientes blancos y bien parejos, se veía un poco nerviosa y cuando enfoque bien mi mirada hacía ella, lo único que pudo hacer fue mirar su taza de té, quizás buscando las palabras adecuadas para contarme lo que iba a solar en unos momentos.—¿Alguna vez has oído sobre Artur Christoff Phillipe Gerard Grimaldi Renaldi?—su pregunta fue concisa, sin rodeos.
--No —Dije tajante mirando hacia las cuatro personas que estaban cerca de nosotras—
--Él era el príncipe heredero de Genovia.—sonrió y yo le devolví la sonrisa con un “¿y bueno?” –Artur Christoff Phillipe Gerard Grimaldi Renaldi era tu padre—lo que provoco una pequeña risa en mí, porque, claro está que eso era mentira.
--Si claro, mi padre era el príncipe de Genovia. Ajá, estas jugando—dije tomando un poco del té que estaba en mi taza.
--¿Por qué iba a jugar con algo así?—solo pregunto mirándome e intimidándome un poco y ahí, me soltó que era una princesa y que debía ocupar su lugar en el trono de Genovia, cosa queme aterro porque no era una buena líder o siquiera podría mantener algo vivo mientras estuviera en mis manos.” Cabe obviar decir que corrí de ese lugar y encare a mi madre, diciendo que porque tenía que ser yo y no alguno de mis hermanos, pues daba la casualidad de que era media hermana de todos ellos, solo yo era hija de Phillipe Renaldi.
Claro que después de enterarme tuve que ir a educarme como princesa para así poder subir al trono y todas esas cosas, yo, con mis quince años de edad y ya con una nación de regalo de quinceañera.
Claro está que el tiempo paso y ahora cuento con veintidós años, que ahora he terminado una carrera y bueno, que estoy en el hermoso palacio de Genovia, junto a la abuela, que sigue entrenándome para poder ser la reina que este prospero país necesita.