Notes

Y mis manos temblaban, y mi cuerpo aún más se descontrolaba. ¡Tenía su fragancia impregnada en la nariz, su cabello en mis manos, la excitación en la raíz y su amor dentro de mí! ¿Era eso, acaso, motivo para desearlo más? Es que lo tenía allí, conmigo, haciéndome lo que siempre había querido que me hiciera, besándome con pasión. No podía permitir que se diera cuenta cuán embobada estaba, mas ahí me encontraba yo, tocando las partes que siempre había anhelado tocar, haciéndolo todo mío. Se daba cuenta y lo entendía; mis besos demostraban cuán loca me volvía.

En un momento noté que dos lágrimas (o tres, o cuatro) se posaron en mi mejilla y no supe por qué. Aarón se percató de eso enseguida y me preguntó si pasaba algo, si quería que parara. Le dije que no, que no quería que parara; que quería que siguiera hasta que nos viniéramos. Porque sí, era cierto. Nunca había dicho algo tan cierto como esa vez. Él sonrió de costado y nuevamente me hizo suya.

Y yo lo besaba, y él se dejaba. Quizá en su cabeza estaba ella, pero tenerlo conmigo me bastaba. Tanto que no podía cuestionarme si pensaba en la muchacha o si se percataba de las ganas de tenerlo en mi cama. Y aún así me entregaba, porque sabía que no duraría para toda la vida, que pronto se iría.

Esa era yo. Eso era lo que sentía por él.