Notes

▌✣ ▌San ak kè

2 de octubre de 2016.

¡Qué obsesión! Me he pasado todo el día con números en la cabeza: un diez por aquí, un dieciséis por allí, un número infinito de árboles que he contado en el bosque... Tres zorros. Un oso. Diez palabras dichas en todo el día y treinta veces me he sentado a mirar con los prismáticos al horizonte. Doscientos cincuenta y dos pasos desde la fortaleza a la carretera, cuarenta para rodearla. No sé cuántas palabras hay en este diario pero son muchas más las que me queman por dentro. Las que no escribo.

Tengo miedo, miedo a cerrar los ojos y soñar. Que todo vuelva, que el aliento del pasado golpee mi espalda... Que Neiva vuelva a terminar lo que la primera vez no pudo. Esta soledad no parece suficiente, como tampoco ahora es suficiente escribir en este diario. A veces también veo lo que pasó si estoy despierta. Es como si viviera en mi propia película de terror y aunque ya sé el final, no puedo rodar nuevas escenas para librarme. Esto es un infierno, no sé cuánto tiempo más lo soportare sin volverme loca y vuelva a descontrolarme. Necesito ayuda, otra vez.

No ha sido hasta la noche que no me he liberado de este cuerpo y me he desplazado hasta Petionville, el suburbio más rico de Haití. Se acerca el buen tiempo en otros países y con el los turistas al mío, con esos turistas ebrios o puestos de otras sustancias químicas hasta arriba, Petionville se ha convertido en el lugar idóneo para mis descontroles. No he tardado demasiado en llegar allí y encontrar a una pareja besándose apasionadamente en un callejón, me gustaría jugar con ellos antes de alimentarme pero no tengo demasiadas energías, esto tendré que hacerlo rápido. Como un golpe seco y directo, nadie sabrá qué les ha pasado, tal vez en las noticias informaran sobre algún cocodrilo americano que ha decidido darse un paseo hasta la ciudad por falta de alimento, todo lo tengo bajo control. Me he movido entre las sombras para acercarme hasta ellos y en unos segundos he aparecido detrás del hombre, apenas unos segundos más tarde he colocado mis garras en su espalda y la he atravesado, rompiendo también su columna vertebral, pero lo mejor ha venido después. La mujer ha empezado a gritar asustada, estaba en un estado de pánico del cual he aprovechado para alimentarme de sus emociones negativas pero no era suficiente, necesitaba más. He cortado la cabeza del hombre con mis garras y después me he comido cada tramo de su piel, desde su esclerótica hasta sus labios, la mujer ha intentado escapar pero ya estaba sentenciada desde el primer momento en el que la vi. He viajado otra vez entre las sombras y he aparecido ante ella, después he perforado con mis garras su pecho y le he arrancado el corazón para luego comérmelo. Con esto tendré suficiente por ahora. He vuelto a desvanecerme entre las sombras al notar a más haitianos cerca, me he vuelto a casa antes de que me vieran. Había pasado cincuenta años sin comer carne y he vuelto a empezar otra vez, pero ni lo necesito, que desesperación.