Notes

𝐒𝐞𝐩𝐭𝐞𝐦𝐛𝐞𝐫 𝟏𝟗𝟗𝟐, 𝐋𝐨𝐧𝐝𝐨𝐧 - 𝐔𝐧𝐢𝐭𝐞𝐝 𝐊𝐢𝐧𝐠𝐝𝐨𝐦
𝐿𝑜𝑛𝑑𝑜𝑛 𝐴𝑐𝑎𝑑𝑒𝑚𝑦 𝑜𝑓 𝑀𝑢𝑠𝑖𝑐 𝑎𝑛𝑑 𝐷𝑟𝑎𝑚𝑎𝑡𝑖𝑐 𝐴𝑟𝑡

No supo en que instante Alicia quitó su vestido, pero de lo que sí estaba al tanto es que había esperando por aquél momento demasiado tiempo y era ahora la oportunidad que tenía de hacérselo saber.

Llevaba seis meses en el campus y ella era la única amistad que logró hacer, aún así Benedict se empeñaba en arruinarlo todo con su deseo de llevarla a la cama, se estaba arriesgando a pasarla solo los cuatro años que le faltaban para terminar la carrera porque prefería eso a entablar una conversación, lo angustiaba el mero hecho de ser el primero en dar el paso. Era irónico que buscara desempeñarse en la actuación cuando toda su vida fue una persona introvertida, sin embargo él lo veía como su salvación.

La muchacha de cabello corto y negro lo miraba ávida a la espera de su siguiente movimiento, su pecho subía y bajaba ante la desesperación que sentía por él, el deseo de que reaccionara y soltara todas sus inhibiciones, ella quería que él le rebelara su propio ser, con dilación fue descendiendo sus manos por el torso del contrario quitando uno a uno los botones de su camisa color tinto, el castaño la miró con tanto deseo que la joven mordió su labio sintiendo una punzada placentera en su entrepierna. Benedict llevó su boca sobre el cuello de quien estaba a punto de convertirse en su amante, y lo besó humedeciendo la piel de este con la punta de su lengua, sus manos sostuvieron con fuera la cintura de la fémina a quien levantó en el aire y llevó hasta la cama del pequeño departamento estudiantil.

La soltó un tanto violento y trepó sobre su cuerpo cual experto, su corazón latía con fuerza callando sus pensamientos, las alertas, los recuerdos, que era lo que más deseaba. El abatimiento lo golpeaba noche tras noche al encontrarse solo cuando el sol se escondía, pero aquella era diferente. Con atrevimiento mordió la zona debajo del ombligo de la pelinegra, que en respuesta arqueó su espalda sobre la cama y tiró del corto cabello del británico, frunció el ceño y la tomó por las caderas, hundiendo sus dedos en ella, jalándola hacia él. La risa femenina inundó la habitación, y a él se le cortó la respiración.

«𝐵𝑒𝑛𝑒𝑑𝑖𝑐𝑡...» —una voz del pasado hizo eco en su cabeza.

Se aferró al cuerpo de la joven y con premura quitó sus prendas inferiores, sus labios entrabiertos, su frente fruncida y con una ligera capa de sudor, sus manos ansiosas recorriendo la cintura de aquella mujer que tenía en la cama, nada era suficiente para poder olvidarla. Maldijo entredientes y la pequeña mano de Alicia acarició su mejilla, como si entendiera la turbulencia de pensamientos que lo azotaba, como si le diera el permiso de continuar. Así lo hizo, se fundió en el cuerpo de ella haciéndola gemir fuerte, apoyó las manos sobre la cama y continuó cada embestida tan intensa que el cuerpo de la muchacha se movía a la par haciendo sus senos rebotar, imparable colocó su semblante en el pecho de ella y lo succionó entretanto la fémina intentaba sostenerse de la pelvis de su acompañante, rasguñó la espalda del muchacho en un acto desesperado de controlar las sensaciones pero él no se detenía y ella estaba a punto de llegar al orgasmo.

«𝐵𝑒𝑛𝑒𝑑𝑖𝑐𝑡, 𝑡𝑒 𝑎𝑚𝑜...» —una vez más se cortó su respiración y pudo sentir un dolor en el pecho como si su corazón se hubiese detenido, entonces abrió los ojos y a quien vio en la cama fue a la castaña, el cabello alborotado sobre la blanca sabana, sus mejillas enrojecidas, sus ojos cafés intenso, esa endiablada sonrisa que le robaba el aliento. Un dolor agudo se abrió camino por su pecho y sus ojos se llenaron de lágrimas, sintió un nudo en la garganta y como las palabras se ahogaban en él, la impotencia de poder decir lo mucho que la amaba resurgió destruyendo cada emoción, y percibió un sufrimiento real, palpable.

Bajo su cuerpo, su actual amante gemía como liberación por el climax sin ninguna sospecha de lo que él acababa de vivir, agotado se dejó caer junto a ella con la viva imagen de la única mujer de quien se había enamorado en su cabeza. «Maldita sea, Olivia...» Pensó y pasó su mano por su cabello previo a ladearse para alcanzar la caja de cigarros sobre el velador. Alicia quien ya se había colocado la camisa de Benedict para cubrir su cuerpo, se inclinó sobre él, indujo la llama del encendedor que traía entre sus manos y prendió el extremo del cigarro que él había escogido.

— Hay que repetirlo. —le dijo con una sonrisa, en cuanto se subió sobre el.

—Sí, hay que repetirlo. —contestó con la voz ronca.