Notes

Ella era única, nunca se había oído de una princesa tan valiente antes; era una guerrera, dispuesta a dejarlo todo en batalla con tal de defender sus ideales. Defendía a manos frías y con su espada a las personas que amaba, rompiendo los estereotipos que la sociedad ha construído por siglos. Ella no era ama de casa, de hecho, detestaba cocinar y hasta limpiar, ser mamá no era su plan principal de vida. Quería ser alguien, valerse por sí misma, crear un imperio, un palacio con su esfuerzo, sin importar que le costara sudor, noches de desvelo y miles de lágrimas por ser criticada. Le enorgullecía ser quien era, pues una gran inteligencia le invadía. Después de todo, lo que le hacía valiosa no era lo divino de su cuerpo, sino lo envidiable de sus conocimientos. Estoy seguro de que se habrán hecho canciones y versos en su honor, porque se hizo una modelo a seguir. Nos encontramos, pero les aseguro que era yo quien la necesitaba más, pues con bondad y determinación, me guió a tomar buenas decisiones, a no meterme en el limbo mil veces, y no me avergüenza decir que ella es más inteligente, que tiene todo un futuro exitoso por delante. No me interesan las risas de los demás al entetarse de que hago cosas que según ellos, sólo una dama hace. Somos iguales, compartimos los labores, pero sobre todo, le respeto por sobre todas las cosas, a como se hace con todo ser humano. No, no es delicada. No, no es débil. Al contrario, ella es quien me ha levantado. Mujer, eso es. No un juguete, ni una diversión, tampoco alguien a quien se debe de ser menos. Después de todo, ¿no hemos nacido todos de una poderosa mujer que aún llena de dolor luchó por nosotros? Somos iguales, y estaré a la par siempre que me necesite, para apoyarla en su lucha, para que su vida sea segura, llena de dulzura, porque ellas tienen derecho, porque son más que una cara bonita.