Notes

De un momento a otro no solamente podía verte ambos pechos fuera de tu sostén, sino que además terminaste por quitarte el vestido, lo cual me dejaba la increíble imagen de tus caderas y cintura moviéndose hacia adelante y hacia atrás de una manera jodidamente hipnótica. Me dejé caer completamente sobre la hierba cuando tú misma te inclinaste sobre mi cuerpo, apoyando de ese modo mi espalda sobre el suelo mientras mis manos se colocaban a cada lado de tu cintura para seguir con ellas los movimientos que hacías. Poco después las llevé hacia mis vaqueros para desabrocharlos, sintiendo de ese modo tu sexo rozándose de una manera más directa contra la tela de mi ropa interior. Se sentía igual que si estuviese dentro de ti a causa del modo en el que te movías y del calor que ambos desprendíamos a través de nuestros sexos. Se sentía como si me estuvieses cabalgando de verdad. Y se sentía tan bien... Volví a llevar las manos a tus caderas y manoseé tu pelvis y nalgas una y otra, y otra vez, apretando estas últimas entre mis dedos con fuerza para inmovilizarte y ser yo quien se moviese contra tu sexo momentáneamente antes de dejar que continuases con el tortuoso ritmo con el que te movías sobre mí. Llegué a darte algún que otra azote con bastante fuerza cuando me sentía perder la razón, necesitando descargar mi desesperación contra cualquier cosa. En más de una ocasión salió de mi boca un ''fóllame, nena'' que se repitió en varias ocasiones de manera completamente inconsciente como producto de la locura en la que me habías sumido, sintiéndome un completo animal carente de cualquier tipo de razón.
Pasados unos minutos vi cómo la expresión de tu rostro se paralizaba unos segundos, y supe que estabas a punto de correrte. Me sabía todas y cada una de tus muecas de memoria, y esa era una de mis favoritas. El simple hecho de ver tu cara y saber que te ibas a correr con los simples roces superficiales procedentes de mi polla provocó mi propio orgasmo. Sin embargo... esperé. Quería correrme contigo, y sabía que no te quedaba mucho por el modo tan característico en el que te habías comenzado a mover, haciéndote dueña de la situación y del momento. Me arrancaste una serie de jadeos que salieron de lo más profundo de mi cuerpo, y... justo cuando frunciste el ceño, comencé a correrme. No pude evitar mover la pelvis como respuesta, rozándome contra tu sexo aún con más desazón entre un movimiento pélvico y otro mientras tú tampoco dejabas de moverte sobre mí. Desde fuera podía verse perfectamente cómo nuestros cuerpos convergían entre sí, se follaban mutuamente, se movían al mismo ritmo desesperado buscando el orgasmo con cierta impaciencia. Por mi parte, sentí cómo empapaba mis calzoncillos de corrida, la cual salió a borbotones a causa de haber estado tanto tiempo sin el tacto ni el calor de tu cuerpo.
Me costó bastante rato recobrar el aliento, dejándome caer completamente sobre el suelo mientras escuchaba tu pregunta acerca del vino, a lo cual respondí con una risa cansada pero feliz, sobre todo feliz.
- Te quiero. Te quiero con locura.