Notes

Había llegado un cuarto de hora antes de lo previsto y me sentía bastante ansioso. Gracias a la longitud de la chaqueta que llevaba puesta pude ocultar a duras penas la erección que marcaba mi pantalón a la altura de mi entrepierna. Llevaba no solamente todo el camino, sino desde hacía días imaginando y fantaseando con estar dentro de ti. Ya había vivido contigo esa experiencia en varias ocasiones, y sabía perfectamente cómo se sentía. Tanto, que no solamente lo imaginaba, sino que también podía sentirlo en cada centímetro de mi piel. Lo sentía como si fuese un flashback por cada vez que las imágenes se sucedían en mi cabeza. Había llegado a tal punto de adicción que apenas tenía control sobre mi cuerpo; ya no podía decidir cuándo tener una erección y cuándo no. Mi cuerpo no me respondía a mí, te respondía a ti. Entre todos esos pensamientos llegué al sitio donde trabajabas, adentrándome en su interior nada más estuve en la puerta del mismo. Miré a mi alrededor y vi cómo varias personas disfrutaban de sus comidas y sus postres; en cuanto a ti, te movías de un lado para otro: en ocasiones, cuando tenías que hablar con algún compañero o cliente, sonreías, pero cuando no te podía ver nadie, tu expresión se tornaba bastante seria. Me supuse que estabas hasta los cojones de estar allí. Reprimí una sonrisa al mirarme el reloj y ver que solamente te quedaban siete minutos para acabar. Te seguí con la mirada sin hacerte saber que ya me encontraba allí en ningún momento, hasta que finalmente vi cómo te adentrabas en una habitación en la cual había un letrero que informaba de que únicamente el personal del lugar podía entrar en su interior. Disimuladamente, sin llamar demasiado la atención, seguí tus pasos hasta llegar a la puerta. Una vez allí, bajé el picaporte con disimulo y, tras una última ojeada, abrí la puerta y conduje mis pasos a través de ella, cerrándola a mi espalda. El ruido que generaban todas aquellas personas me había ayudado bastante para que el eco de la puerta quedase silenciado entre tantas voces. En cuanto al resto de camareros y dependientes, estaban tan ocupados atendiendo que ni siquiera se habían percatado de mi presencia delante de aquella puerta. Me di la vuelta inmediatamente y te busqué con la mirada, percatándome de que aquello parecía un almacén debido a las múltiples estanterías que había por todos lados. Una pequeña luz iluminaba la estancia, la suficiente como para verte a través de la habitación. Me dirigí hacia ti con paso firme, desabrochándome la chaqueta mientras caminaba, percibiendo que el sonido de la cremallera te alertó de mi presencia. Vi cómo te girabas en el momento en el que me encontraba a pocos centímetros de ti. Antes de que pudieras decirme nada, mi boca se encontraba lapidando la tuya, por lo que el siguiente sonido que se escuchó fue el de nuestros besos mezclándose con el creciente eco de nuestras respiraciones incrementando de ritmo. Mis manos se movieron directamente hacia tu cintura, y desde allí fui recorriendo tu cuerpo de abajo a arriba, desde magrearte ambos pechos, hasta apretar el agarre de ambas contra tus nalgas para pegarte a mi torso y hundirme en la forma de tu cuerpo.