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Viernes por la noche, el final de un día bastante pesado para cada estudiante de la Universidad de Atlanta. Era la semana de exámenes finales, y la tensión podía sentirse desde los dormitorios, hasta las aulas de clase, y en general impregnando cada centímetro del campus. Sin embargo, ese no era el caso de Saddie y David.

Saddie, una hermosa rubia de estatura promedio, se consideraba bastante buena estudiante, por lo que estaba segura de que lo habría hecho bien, y probablemente podría dormir estar noche sin aquellos fantasmas que ahuyentaban cada pensamiento ocioso en la mente de sus compañeros. Por lo tanto, pasaba su noche en la biblioteca devolviendo la gran pila de libros que habría tomado prestados, aquella pila que un apurado David sostenía.

Por su parte, al joven castaño probablemente no le habría ido tan bien como a ella. El rey de procrastinar se había hecho presente, y había dejado cada lectura para última hora, prefería oír a sus compañeros hablar, y lo que se grabase en su mente, era lo que colocaría en aquellas hojas terroríficas.

— ¿Puedes apurarte? Ya no siento mis brazos… ¡Ya no siento mis dedos! — Exclamó David con urgencia, añadiéndole quizás demasiado dramatismo a su escena. Bien cierto, la cantidad de libros que cargaba para su mejor amiga era igual de exagerada.

— Faltan poquitos, no seas llorón. — Respondió la rubia con una risa juguetona, colocando los últimos libros sobre el estante al cual pertenecían, limpiando sus manos del ligero polvillo que residía en ellas al terminar.

— ¿Escuchas eso? — Haciendo referencia a las quejas y lamentos ligeros de alguien más, David pasó su mano a la espalda de Saddie, volteándola a la dirección de donde creía, venía el sonido. Ambos fruncieron el ceño y se dispusieron a mirar a través de las grietas que la diferencia de tamaños entre los textos del estante permitía.

— Ya, ya, estará bien, verás que lo hiciste bien. — Observaban como una chica de cabello castaño oscuro y prendas bastante llamativas consolaba a otra pelirroja, que traía una tiara en su cabeza y se encontraba llorando, probablemente por la ansiedad de los exámenes, ambos pensaron en silencio.

— Pero, si fallo esto, es mi fin. — Se quejó la pelirroja, limpiando rápidamente sus mejillas al notar que un par de ojos observaban el íntimo momento. Negó con su cabeza y apuntó rápidamente en la dirección de los ahora, intrusos, dándole un codazo a su compañera.

La chica se separó del manojo de sentimientos anaranjado para golpear la estantería, sacando los libros con una sola mano por el coraje. Sus labios se unieron en una línea peligrosa y una de sus cejas se alzó al divisar las caras con claridad.

— Saddie, David, ya los iba a golpear si no veía que eran ustedes, ratas. — Regañó con cuidado, dejándole a la chica de la tiara ver por su propia cuenta de quienes se trataba, por supuesto que se conocían, estaban en confianza.

— Perdón Fran… Nos gusta el chisme. — Se excusó Saddie con una sonrisa condescendiente, ahora dando la vuelta junto a su acompañante, quien mordía su labio con fuerza para no reírse cruelmente de la situación.

— Vamos, Flëur. Escuché tus quejas y… Como dice Fran, estoy segura de que habrás salido bien. — Explicó con dulzura mientras acariciaba la espalda de su amiga. — Es más, para distraerte, podrías ir con nosotras a la “reunión” de Ángel y Bonnįe en la terraza de su fraternidad. — Ofreció con dulzura.

Ángel y Bonnįe eran, obviamente, estudiantes francesas de intercambio en la Universidad de Atlanta. Y por ende, habían estado causando revuelo entre tanto chicos, como chicas desde su llegada. Movían a las masas lo suficiente como para unirse a la fraternidad femenina más importante en todo el campus, y organizar una fiesta para “aliviar” los nervios por los futuros resultados, publicados el día Lunes, o siquiera festejar a aquellos cerebros dotados.

— Mira, Saddie tiene razón esta vez. Nos vamos. — Sonrió de manera brillante la otra muchacha de prendas llamativas, Franccesca, apretando las mejillas llenas de pecas de la pelirroja menor. Esta última asintió, casi rindiéndose ante la mínima presión social.

Paralelo a esto, Saddie le dio un suave golpe en el área de la nuca a David, regalándolo por su obviedad en quedarse mirando fijamente a la sonrisa de la castaña. En su cabeza, no podría negar que era verdaderamente hermosa, pero solo de una manera estrictamente platónica. Y es que David, desde que comenzó su etapa de soltería, veía una posibilidad platónica en todas sus amigas, cercanas y no cercanas; lo cual a Saddie, le causaba gracia y consideraba un gran motivo de burla.

Al otro lado del extenso lugar, se encontraban Taishmara, Hurricane y Roxąnne. La primera mujer pelirroja era algo espontánea, gritona e infantil, y se encontraba intentando arreglar el cabello de la segunda en pequeñas ondas, mientras se encontraba sentada sobre su cama. — Ve, te ves hermosa, pero tu cabello es tan difícil de peinar. Por todo este cabello… De paja. — Se quejó haciendo todo un show al respecto. Hurricane se podría describir como una pelinegra con puntas de color rosado en su cabello, haciéndole contraste a su gemela de nacimiento, Roxąnne. Esta última mantenía la mayor parte de su cabello al natural, con la excepción de pequeños reflejos rojizos.

— Mira, cállate, mi cabello no es de paja. — Murmuró ya fastidiada con los comentarios de la pelirroja. — Y encima, te apuras. — Demandó rodando los ojos, dejando caer su mano sobre su regazo en un gesto de mal humor. — Me estás quemando, Taish, ME ESTÁS QUEMANDO, TAISH. — Se quejó aún más, puesto que Taishmara se habría distraído un poco revisando su celular, probablemente hablando con su novio.

Su hermana, Roxąnne, soltó una carcajada fuerte al finalmente prestar la atención suficiente a la acción que ocurría frente a sus ojos. Las dos niñas frente a ella ahora comenzaban a pelear, y era increíblemente gracioso. Tomó su celular para grabarlo todo, mientras cubría su boca. — Ustedes no pueden ser más estúpidas. — Reclamó con una gran sonrisa, antes de volver a utilizar la aplicación de mensajería en su teléfono. — Ah, miren, Fran dijo que sí convenció a Flëur. Algo bien hace, al fin. — Dijo de manera despreocupada, tirándose sobre la cama, sin cuidar mucho el doblez de su vestido negro. No era como si Roxąnne se preocupaba mucho por su apariencia personal, desde estar totalmente despeinada, hasta usar ropa casi monocromática.

— ¿LO HIZO? Al fin… Era momento de que esa niña saliera de su depresión. — Añadió Hurricane con cierto alivio, peleando aún con Taishmara para que le sacara las manos de encima a su cabello, ahora aplicándose el labial sobre sus labios. Algo de fuchsia fuerte, para variar, lo cual lucía perfecto con su tono de piel casi pálido.

Debía admitirse, los estudiantes de la Universidad de Atlanta estaban realmente enfocados en las apariencias. Cosas como el dinero, el físico y no meterse en demasiados chismes eran sumamente importantes para la población de jóvenes, e incluso algunos adultos. Podrían incluso llamarse una segunda versión de Gossip Girl, si así quisieran.

— ¿Ella a quién le escribe tanto, y por qué es su buen humor? — Cuestionó Taishmara con un rostro que implicaba sospecha, susurrándole indiscretamente a Hurricane, mientras intentaba acomodar el clip en su cabello.

— Te estoy escuchando, y no es asunto tuyo… — Replicó la muchacha odiosa desde su lugar, ahora levantándose con su celular para dirigirse a la puerta. — ¿Vienen o…? — Preguntó por la expresión de sorpresa del par de acuerdo con sus declaraciones más recientes.

Una vez sobre la superficie de la terraza, inclinados sobre el balcón se encontraban los chicos unidos por un lazo familiar de primos, Zvąrt y Leandrè, junto a su amigo más cercano, Aldo. Aldo era el típico chico miembro del equipo de fútbol americano, con una novia preciosa y estable desde la secundaria, y con una sonrisa perfecta. Leandrè era conocido por su impecable presencia personal, manteniendo un brillante cabello grisáceo con penetrantes ojos azulados, su participación en debates políticos y sociales dentro de la facultad, lo cual por último le suscitaba una mayor atención de parte de muchas mujeres de todas las edades, sí, incluso docentes. Finalmente, se encontraba Zvąrt, este hombre de cabello rojizo era el típico muchacho problemático, incomprendido y profundo. Era aquel que tiraba poemas anónimos en la cartelera semanal, y que las muchachas buscaban por ser misterioso, algo así como Edward Cullen.

Una vez finalizada la descripción física y moral de los tres, pasaban a tener una conversación mayormente aburrida, pasando de entre tragos a sus bebidas en mano, hasta las manos ocupadas pegadas en el celular, cada quien para sus propios asuntos.

Realmente, pasaban tanto tiempo juntos que el diálogo no era tan esencial entre ellos. Muchas chicas pasaban a saludar al de cabello gris, este entregándoles una sonrisa amable, que las desarmaba por completo.

— ¿Cómo lo haces? — Comentó Zvąrt con curiosidad por primera vez en su vida, haciendo referencia a aquellos hechos.

— Yo no hago nada, solo soy precioso, y ellas lo saben. — Respondió el mayor con una sonrisa algo egocéntrica, tirándole un guiño.

Aldo soltó una carcajada negando con la cabeza por lo imbécil que había sonado con eso, ahora utilizando la mano que sostenía su bebida para apuntar hasta las escaleras de entrada. — Miren, llegaron los muchachos. — Anunció con alegría, ahora con los otros chicos detrás de él para saludar a Fran, Saddie, David y Flëur.

Zvąrt negó igualmente, suspirando con profundidad. ¿Debería encender un cigarrillo? ¿Por qué habría aceptado el asistir en primer lugar? No era como si las reuniones sociales fueran de su gusto desde un principio. No sentía encajar en ese movimiento social, al igual que sus amigos.

Ahora sí, sería una noche bastante larga y entretenida para todos ellos.

(DIOSMIO, qué mala soy escribiendo, me siento en WATTPAD. Ya pero quería intentar hacer esto, no se burlen o lloro, perdón por nacer…)
     
 
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