Notes

—Tantas caras dibujadas.

Solían decirnos que el tiempo pasa volando cuando uno se divierte. Yo solo veo cuerpos que no dejan rastro en sus pasos, que no despliegan emociones en sus palabras, que se olvidan de su carácter, que solo vagan por ahí, como barcos sin capitán, como Luna sin Tierra. Son asteroides perdidos en la vasta inmensidad del espacio, con un rumbo desviado y quizás, algunos de ellos, sin rumbo alguno. El día puede estar soleado, las muchedumbres pueden danzar, las flores pueden vestirse con sus mejores colores y coquetear con quien pase cerca pero esos cuerpos siguen respirando el mismo aire sin saber adónde van.
Se olvidarán de nombres y caras, de promesas rotas y cumplidas, de sueños infantiles y otros sin alcanzar. Se acordarán de cómo lloriqueaban por dolores que no arden y también los revivirán. Se hallarán en el mismo lugar sin reconocer nada y volverán también a sitios que los invaden en todos sentidos y ellos sin saber por qué les resulta familiar. Se dejarán quebrar por quienes más debían ignorar e ignorarán a quien más los deseaban cuidar. Que la vida es eso, te dicen. Pero no es así. Esas son las ruinas y la basura reciclada, vomitada por la humanidad. La vida es dar más vida, es devolver lo que la vida te da, es ser fruto y raíz, ser inicio y final.
Mientras escribo esto, recuerdo al señor en Rivadavia que me aceptó solamente diez pesos por sus relatos filosóficos, le importaba poco el dinero y me dijo: "por favor, leelo". Lo leí. Me dio un día de sensaciones y de cambios, me plantó dudas en la cabeza, me dejó con ganas de más. Pero entre semejante gentío se me olvidó aquel relato, aquel señor, aquellos ojos esperanzados, aquella dentadura roñosa, aquel calor insufrible, aquella insistencia por haber encontrado a una persona al menos ese día que lo oyera y ahora lo recuerdo. Lo recuerdo porque me dio vida y quiero darla.
No quiero ser cara dibujada. Quiero ser trazo errante y desastroso, que sea tan libre que ni lo podamos imaginar, que nadie me recuerde pero que jamás me olviden, que sientan esa corazonada, "acá está". No quiero que a nadie le duela mi partida, ni les haga falta al despertar. Quiero que se regocijen en la calma de mi fuego que extinguido o flameando, no dejará de ser rastro de la vida que pudimos crear.