Notes
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De pie sobre el balcón del DEO (departamento de operaciones extra-normales), Kara mantenía sus ojos cerrados mientras escuchaba con atención cada sonido proveniente del exterior. La noche había caído sobre ciudad Nacional, y con ella un manto de estrellas que cubría todo el cielo.
Después de derrotar a Reign y a las brujas, la calma reinaba nuevamente en la ciudad. Había enfrentado a la más poderosa de sus enemigas y ganado. Debía sentirse dichosa, pero estaba muy lejos de eso. Las victorias tendían a ser agridulces para Kara, siempre había algo que hacía imposible para ella alegrarse durante esos momentos.
Un millón de pensamientos rondaban su cabeza desde que volvió de la batalla, muchas cosas pasaron durante los últimos meses y mientras pensaba en la forma de derrotar a las worldkillers, Kara no tuvo tiempo de asimilar ninguna de ellas.
—Lo conseguiste. — La voz de Mon-El penetró por sus oídos e interrumpió el cumulo de pensamientos que la invadían en aquel instante. —Igual que en un mito griego: Bajaste al inframundo, derrotaste al monstruo de tres cabezas y salvaste a Perséfone. — Lentamente se acercó a ella, Kara sonrió con la mirada en el piso antes de corregir aquella referencia.
—Uh, creo que en el mito Perséfone come semillas de granada y queda confinada al reino de Hades para siempre.
—Sí, bueno, eso sólo da más fuerza a mi punto. Los dioses griegos no tienen nada contra ti. —Continuó él sin inmutarse.
—No puede haberlo hecho sin ti… —Mon-El había sido el compañero con el que ella soñó mucho tiempo: desde que llegó a la tierra y ella decidió entrenarlo para ser un héroe. Cuando luchaban juntos tenían una sincronización perfecta, se entendían el uno al otro tanto como si pudieran leerse el pensamiento, pero aquella habilidad no la habían obtenido en el campo de batalla.
—No, eso no es verdad. Esta victoria es toda tuya, y fue perfecta. —Kara aún podía ver en sus ojos la sombra de aquel chico de Daxam que amó hace casi un año. Mon-El había madurado mucho desde que lo conoció, pero una parte de él seguía intacta, justo como el amor que ella sentía. —Dime, ¿qué te ronda por la mente? —Aquella pregunta la tomó desprevenida, él seguía leyéndola como a un libro, nunca dejó de hacerlo.
—Antes de ir a Argo pensé que podría ser Kara Zor-El, una ciudadana común... que me sentiría como en casa. Pero cuando estábamos luchando contra Reign y las brujas, hubo un momento en que me di cuenta de que Argo ya no es mi hogar. Ciudad Nacional lo es. La tierra lo es, y mi misión es protegerla. Toda mi vida está aquí. —Kara tomó un respiro antes de seguir hablando—Caótica, complicada. El equilibrio entre Kara y ser una heroína es… es quien soy.
—Me ha encantado luchar a tu lado. Estar ahí a través de todo: lo bueno, lo malo, los días particularmente difíciles…—La voz de Mon-El comenzaba a quebrarse con cada palabra pronunciada, una fina capa de lágrimas cubría sus ojos. Lo que sea que estuviera a punto de decir, no quería hacerlo; y más importante, Kara no quería escucharlo. Pese a eso, él continuó hablando.
—Sabes, por un momento creí que quizás este era mi lugar, mi tiempo…— “Lo es.” Las palabras retumbaron en la cabeza de Kara, pero no alcanzaron sus labios. —Pero hoy he descubierto algunas cosas inquietantes sobre el futuro. —Finalmente, aquella frase tan temida hizo eco en sus oídos: —Tengo que volver.
Ahí estaba: la victoria agridulce.
Kara tuvo que parpadear repetidas veces para ahuyentar las lágrimas que empezaban a acumularse en sus ojos.
Durante su visita a Argo y aquel encuentro con Mon-El en el invernadero, se había permitido fantasear con la posibilidad de retomar las cosas donde las dejaron cuando él tuvo que marcharse. Fue lo suficientemente ingenua como para creer que, con Reign fuera del camino, ellos tendrían todo el tiempo del mundo para estar juntos. Pero nuevamente el destino se había encargado de mostrarle lo equivocada que estaba.
Había ignorado sus propias palabras. Ser una heroína y enamorarse no eran cosas fáciles; eran difíciles, caóticas y algunas veces dolían. Nuevamente había cometido el error de pensar que quizás podría tener ambas, y el universo se había reído en su cara por segunda vez. Ella tendría que haber aprendido la lección la primera vez que lo perdió, si lo hubiera hecho quizás no dolería tanto como lo hacía en aquel momento. Quizás entonces volver a perderlo no estaría dejando, de nuevo, un agujero en su pecho.
Quería llorar, gritar, suplicarle que no se fuera, decirle como había sufrido el dejarle ir un año atrás y que no podía volver a perderle. Quería, más que nada en el mundo, pedirle que se quedara con ella. Sin embargo no lo hizo.
No lo hizo porque lo entendía, y por Rao deseaba que no fuese así, pero lo hacía. Mon-El no era simplemente su Mon-El, no era simplemente aquel chico de Daxam que rescató y amó en el pasado. También era Valor, el líder de la legión de superhéroes, era el hombre que había jurado proteger a la tierra en el futuro y ella más que nadie sabía lo que era estar en su situación.
El deber iba por encima de la felicidad. El deber iba por encima del amor.
La tierra era primero.
Mon-El no quería irse, pero tenía que hacerlo.
Kara no quería dejarlo ir, pero era lo que debía hacer.
Así que no hubo llanto, no hubo suplicas. Kara pintó en sus labios la mejor sonrisa posible, porque no podía hacer aquello más difícil para él. No había nada más que pudieran hacer, lo habían intentado. Ambos pertenecían a mundos diferentes.
—Bueno, supongo que ambos tenemos cosas que salvar. —Mon-el asintió, aquello era verdad. Era la única verdad que Kara podía decir en aquel momento.
Antes de marcharse, Mon-El retiró el anillo característico de la legión que portaba en una de sus manos y se lo entregó a Kara. —Ya es hora de que tengas uno… por si me necesitas. —y tras eso, se alejó.
Uno, dos, tres minutos enteros pasaron para que él estuviera lo suficientemente lejos. Tres minutos fueron todo lo que Kara pudo aguantar.
De pie sobre el balcón del DEO, con la noche sobre sus hombros y las estrellas como únicas testigos, Kara Danvers finalmente rompió en lágrimas.
Todas las palabras que no pudo decir antes llenaron su estómago como un peso que dolía demasiado. ¿Por qué había vuelto al mismo punto de antes? ¿Por qué lo había dejado ir? ¿Por qué las cosas tenían que terminar así siempre? ¿Por qué? Había mil preguntas en su cabeza y ninguna respuesta.
❋
Cuando Kara abrió sus ojos aquella mañana, se encontró con el familiar espacio vacío a su lado. Habían pasado tres días desde que Mon-El volvió al futuro, tres días en los que ella se dedicó de lleno a su trabajo como reportera en Catco y a su otro trabajo como protectora de Ciudad Nacional.
Toda su vida había sufrido pérdidas, por lo que había llegado a la conclusión de que la mejor forma de lidiar con la etapa de duelo, era no hacerlo. No podía volver a encerrarse en ella misma y alejarse de todas las personas que quiere, había cometido ese error en el pasado y aprendió la lección.
La misma Cat Grant lo mencionó en una de sus pláticas con supergirl, el secreto de la felicidad son las conexiones humanas, y ella quizás perdió a Mon-El, pero aún tenía a sus amigos y a su familia.
Un golpeteo en la puerta principal hizo eco por todo el departamento, Kara imaginó que Alex pasaba a dejarle un café antes de ir a trabajar como lo había estado haciendo los días anteriores, así que ni siquiera se preocupó en utilizar su visión de rayos x antes de abrir la puerta.
—Hola. —Kara por poco cierra la puerta de nuevo pensando que quizás aquello era un espejismo o su mente jugándole una mala broma, pero no. Era real, él era real. Mon-El estaba de pie frente a ella y ella no podía hacer más que respirar con dificultad mientras lo miraba con los ojos muy abiertos.
— ¿Cómo… cómo es que estás aquí?
—Quizás han pasado ocho años, pero nunca olvidaré dónde vives. — Mon-El sonrió alegremente. Kara parpadeó repetidas veces.
—Me refiero a aquí, en ciudad Nacional, en el siglo 21.
—Ah, bueno, Brainy me dejó aquí. —Kara finalmente logró reaccionar un poco y lo hizo entrar en el departamento, cerrando la puerta después. Mon-El no había estado en aquel lugar desde hace años, y aquello lo hizo sentir un poco abrumado. Una sensación de dèjá vu los invadió a ambos cuando sus miradas se encontraron. Flashbacks de todos los momentos que vivieron en ese apartamento pasaron por la mente de los dos, casi dejándolos sin aliento. A él le tomó un minuto recomponerse antes de seguir hablando. — No sé exactamente qué pasó. Todo lo que sé es que apenas llegamos al futuro todo era diferente a lo que Brainy nos dijo. Parece ser que el pasado cambió debido a una ruptura en el tiempo, por lo que el futuro también cambió. El enemigo que debíamos derrotar ya había estado muerto por siglos.
El silenció reinó en la habitación por unos segundos. Kara aún estaba procesando toda la información reciente. Mon-El había vuelto por causa suya, ella misma le había pedido a Winn y a Alex encontrar una ruptura en el tiempo para regresar al pasado cuando Reign asesinó a su madre y a Mon-El, claro que nadie recordaba que algo de eso hubiese sucedido, pero ella sí. Recordaba lo que había hecho y aquello trajo a Mon-El de vuelta. Al menos, aquello le había dado la oportunidad de volver, así que sólo quedaba una pregunta por responder.
— ¿Por qué volviste? Antes de irte dijiste que este ya no era tu lugar.
Él ni siquiera se inmuto, parecía venir preparado para aquella pregunta.
Mon-El recordó sus propias palabras, las mismas que le dijo a Winn cuando estaban atrapados en Argo y temía por el bienestar de Kara. “La perdí una vez. No estoy seguro de poder hacerlo de nuevo.” Aquellas palabras lo acompañaron todo el camino hasta el sigo 31, se estaba traicionando a si mismo al dejarla, pero sabía que no estaría siendo el hombre que ella le enseñó a ser de haberse quedado.
Pero eso estaba en el pasado ahora, o en el futuro quizás. Sin villanos por detener ni un futuro que salvar, por fin podía volver. Imra lideraba la legión ahora, ella y Brainy podrían arreglárselas solos, confiaba en eso.
No existía nada en el universo capaz de alejarlo de Kara. No otra vez.
—Es por ti. —Habló finalmente. —Estoy aquí por ti. Ciudad Nacional no es mi lugar, Kara; tú lo eres.
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