Notes

Aceptarlo siempre es el segundo paso: La Nari terca, la Nari que día de por medio decía ‘no, yo no me vuelvo a enamorar’, y se le retorcía el cuerpo de solo pensarse a las dos de la mañana escribiendo una historia eterna de lo mucho que ama a alguien. Esa misma Nari, entró en un período de devastación emocional, en el cual no se dignaba a admitirle ni a su sombra, ni a la sombra de su perro o la almohada en la que babea todas las noches, que se estaba enamorando de Kwan. ¿Por qué a veces somos tan tontos y nos asustan cosas que son irremediables?
Me causa gracia que el ‘amor’, descrito científicamente, sea un cóctel de drogas que dejan a tu cerebro perdido, feliz, volando alto. Pero no todo el mundo causa que tu maravillosa química cerebral se afecte. No todo el mundo te impresiona hasta los huesos, te estimula el apetito sexual, intelectual, emocional, como para que literalmente tu cerebro modifique sus niveles de producción de hormonas. Así que esto no se trata únicamente de la química cerebral, esto se trata del baile de las almas. Del coqueteo que existe entre los átomos, que luchan por reconocerse y que les permitan perderse el uno en el otro. Luego… Luego no hay vuelta atrás, Kwan.
Luego me levanto pensando en que te quiero enviar un mensaje o en que cada cosa que me hace feliz, triste, que me da miedo, nervios, que me revoluciona entera, te la quiero decir a vos. Que me quiero enterar de cuál es tu posición sobre las problemáticas del mundo y terminarme enamorando un poco más de tu forma de ver este confuso espacio donde habitamos. Luego pienso en tu sonrisa, en como las esquinas de tus ojos se arrugan y tus pequeños dientes van de maravilla con el rostro, tan precioso, que tenés. Luego solo quiero gustarte. Con los cincuenta mil errores y las trece maletas de malestar emocional, traumas de infancia e inseguridades, que ando cargando de puerta en puerta. Hasta que ya no tuve que llevarlas a ningún lado, hasta que vos las acogiste. Hasta que vos, también supiste que me encontraste.
Y me posiciono en la penosa situación de confundir tu nombre con el de mi mejor amigo, me detengo en seco al ver el espantoso error que recién había cometido. Pero, ¿es realmente espantoso? ¿Es realmente terrible tenerte dentro de mi cabeza, al punto de que te veo en todos lados y en todos lados te llamo, para que vengas a mí? No lo es, Kwan. Es exquisito perderme en vos, encontrarme en vos y a resumidas cuentas, crear un ‘nosotros.’ Va entonces como el alcohólico admitiendo que tiene una adicción, las palabras salen atropelladas de mis labios: ‘estoy enamorada de él, ¿qué voy a hacer?’ ¿Y pues qué más iba a hacer? Amarte, Kwan. No tuve opción nunca. Ni la quise. Amarte, siempre fue la respuesta. Y el miedo… El miedo se fue.