Notes

Ver cómo tanto con tus movimientos como con tus palabras me hacías saber que utilizabas mi polla para darte placer me puso muy cachondo y me sentí perder la cabeza. Sentí que la estaba perdiendo de verdad y que por cada polvo que compartíamos, la perdía un poco más. Bastante sufrimiento y dolor de huevos me estabas causando al saber que no podría correrme, pero ver cómo te movías sobre mí, cabalgándome mientras buscabas tu propio placer, era un dolor y un placer al mismo tiempo indescriptibles. Te restregabas contra mi polla y mi dedo pulgar como una completa zorra, mostrándote desesperada y necesitada de mis roces. Cuando escuché que te ibas a correr, sentí cómo las gotas de sudor comenzaban a caer por mi cabeza en pleno invierno por el esfuerzo que estaba haciendo de no correrme. Te movías tan rápido que me estaba resultando casi imposible. Peor aún fue cuando sentí cómo tu vagina se ponía dura a base de contracciones alrededor de mi polla, lo cual se sentía como si me estuviese follando algo tan prieto y tan duro que hacía demasiado fácil cualquier tipo de fricción. Me ordeñabas una y otra vez con tu pelvis mientras te corrías, y mi corazón estaba a punto de reventar. Ni siquiera podía gritar tu nombre de un gruñido; no tenía ninguna opción viable para desahogarme. El beso en el que te deshiciste contra mi boca mientras te corrías tampoco ayudó, porque mis papilas gustativas reconocieron al instante el característico sabor de tu boca. – Joder, Gigi, no puedo más. – Susurré con impotencia cuando te apartaste de mi cuerpo, sintiendo cómo la ansiedad me invadía al sentir mi polla palpitándome gracias a las pulsaciones de mi corazón. Antes siquiera de que terminaras la frase, tiré de tu brazo y te tumbé sobre la cama boca arriba con una brusquedad que provocó que el impacto sonase bastante alto por toda la habitación. Pero ni siquiera pude escucharlo; estaba muy cegado por mi deseo de liberación. Me puse sobre ti, apoyando mis rodillas a cada lado de tus costillas mientras inclinaba mi cuerpo de tal manera que mi polla quedase situada entre tus pechos. Solamente el tacto de ellos rodeando mi erección provocó que esta última palpitase con más fuerza, sintiéndola hinchada al igual que mis huevos, que estaban a punto de reventar. Vi cómo ejerciste presión con tus manos contra cada uno de tus pechos, y ayudándome con el cabecero de tu cama como punto de apoyo de una de mis manos por delante de mi posición, comencé a moverme sobre ti. – Me voy a correr. Me voy a correr. Joder, me voy a correr. – No cesé de repetir las mismas palabras una y otra vez mientras me movía bruscamente entre tus pechos, follándomelos con toda la brusquedad y la violencia que había estado conteniendo o que, más bien, me habías obligado a contener. Escuchaba el sonido del somier entre cada una de mis embestidas, llegando a un punto en el que me tuve que ver obligado a cerrar los ojos cuando sentí las descargas eléctricas apoderándose de mí, sabiendo que segundos después te comenzaría a bañar con mi corrida. Y así fue. A pesar de haberme corrido dos veces, esta salió con presión y a montones, mojando tus pezones, parte de tu cuello y mandíbula, e incluso pudiendo percibir que también había alcanzado tus labios. Jadeé sin parar por cada oleada de placer que me sobrevino, hasta que estas se fueron haciendo cada vez más débiles y pude parar mis movimientos sobre ti, ya sin una sola gota más que pudiese salir del interior de mi polla.