Notes

Doce meses.
Primer aniversario.

Velas.
Pétalos de rosa.
Caminos.

Juegos,
sorpresas,
y pequeñas pistas.

La fémina, debido a la fecha señalada, había tomado una decisión: convertir momentáneamente el apartamento en una pequeña sala ‘laberíntica’ con tres caminos distintos a seguir como la buena romántica empedernida que era. ¿En qué consistiría aquel despliegue de imaginación? En seguir las pistas que, con mimo y horas de dedicación (gracias a la ausencia masculina), se había encargado de ir dejando –una a una– por diferentes lugares del domicilio. ¿Qué conseguiría Josh con ello? Él recibiría un detallito / una recompensa por cada camino que siguiera correctamente.
Habían tres fases que debía superar:


• 1. Nada más entrar por la puerta de la vivienda; el muchacho se encontraría con las luces apagadas, aunque con un pequeño matiz, ya que el hall principal estaba iluminado por un caminito de velas y unas pequeñas flechas dibujadas con pétalos (rojos) de rosa en suelo de la estancia que lo conducirían a su primer destino: la cocina.

Allí lo acogería el aroma del postre que había preparado especialmente para ellos dos y, también, una nota junto a una pequeña cajita alargada y rectangular perfectamente envuelta y decorada con papel de regalo, lazo incluido: «¿Me llevarás siempre contigo?», decía la nota. El primer presente que encontraría a través de los caminos y pistas sería una pulsera [ https://bit.ly/2Q6kLwQ ], con la onda de la voz femenina impresa en ella. ¿Qué significaba aquella onda grabada en la silueta de plata? Un pequeño mensaje. «Pase lo que pase, mivi. Ojalá sempiterno».


• 2. Para acceder a la segunda fase, una vez el muchacho se sintiese preparado para continuar con aquella atípica “caza de tesoros”: debería rodear la cocina y continuar sus pasos hasta un nuevo camino que estaba hecho con pequeñas fotografías escogidas de las muchas que tenían guardadas de la polaroid. La suma de todas ellas, le transmitirían un nuevo mensaje: «Por – más – vidas, – carcajadas, – viajes, – besos, – regañinas, – reconciliaciones, – y – recuerdos, – CONTIGO»: y lo llevarían hasta la mesita de centro del salón, donde descansaba el segundo regalo. Allí encontraría, además, un gran globo de color rojo metalizado que daba forma al número uno.

También perfectamente envuelto, más grande y mucho más pesado que el anterior. Éste era bastante más personal. Durante cada viaje, cada escapada, cada momento que habían compartido dentro o fuera de casa; siempre habían estado fotografiando y filmando cada instante. ¿Qué hizo la muchacha con cada una de las instantáneas? Elegir las más divertidas, peculiares, significativas, bonitas, hechas a traición o mientras dormía/n... (acompañadas de fechas, frases, poemas, mensajes, lápiz de labios); para incluirlas en el interior de un álbum que se titulaba: 2018, lleno de nosotros.

Un momento. Y…, ¿para qué serviría aquel mando que había justo a su izquierda? (Dicho objeto tenía un post-it en el que decía ‘‘púlsame’’). Lo descubriría en cuanto pulsase ‘play’. Su primera canción (Never Give Up) empezaría a sonar, mientras la pantalla de proyección que había justo delante del muchacho, iluminaría el salón gracias al proyector situado a su espalda, sobre un mueble: imágenes, pequeños vídeos comenzaron a llenar la habitación, sus risas, sus mensajes escritos, sus riñas, sus vivencias…


• 3. La tercera y última fase. El tercer regalo lo encontraría siguiendo el trayecto final de aquellos pétalos de rosa que dibujan un nuevo camino hasta la habitación que ambos compartían. ¿Allí que encontraría? Varias cosas. En primer lugar: encontraría una nota pegada a la puerta –que estaba cerrada– donde escribió: «Gracias por el mejor año de toda mi vida. Gracias por estos 365 días. Sigamos sumando, vayamos hasta nuestro sempiterno».
Una vez tomase el pomo entre los dedos y empujase, encontraría a la morena a los pies de la cama, vestida de blanco [ https://bit.ly/2Q3j4R1 ], arreglada y maquillada, con la melena suelta, dentro de un gran corazón dibujado en el suelo con más velas, imágenes y pétalos. Con un sobre blanco sobre las manos. ¿Qué escondería dentro de aquel sobre? Dos billetes de avión. Dos billetes de avión para pasar únicamente veinte días en ‘Switzerland’.

— Feliz aniversario, mivi. — Con una preciosa sonrisa en los labios, la veinteañera estiró en su dirección la extremidad derecha para entregarle aquel sobre blanco y que el mismo fuese quien descubriera el pastel; o, dicho de otra manera, el contenido que guardaba. Eleanor volvió a sonreír, desviando momentáneamente la vista hasta la decoración del dormitorio: un gran «te amo» sobre el edredón con pétalos, fotografías colocadas por todos lados; pared, cabecero, armarios, sobre la cama, mesitas de noche, etc...