Notes

Eleanor, amaneció alrededor de una hora antes de la citada para así poder sorprender al muchacho en pleno ciclo de sueño. ¿Estaría en el séptimo cielo? Muy bien. Ella se encargaría sin atisbo de duda de hacerlo llegar al octavo, como mínimo.
Iba a castigarlo tal y cómo se merecía.

(...)

Como consecuencia de la discusión de la madrugada anterior, la muchacha no pudo coger la puerta y largarse, como en otras ocasiones había hecho, porque... ¿A dónde iría? Sola; en mitad la noche; y en una ciudad que escondía miles de secretos para ella. Desde luego, no llegaría muy lejos. Así que..., optó por marcharse de la habitación principal. No iba a discutir quién dormía o no en el sofá; ¿qué más daba? Al fin y al cabo, todo se resumía a no querer compartir el mismo espacio con él.
O..., al menos:
eso era lo que ella creía.

(...)

Apagó la alarma del teléfono móvil en cuánto la escuchó; ni siquiera sonó, había utilizado la vibración para llevar a cabo su plan. Por suerte para ella, los rayos de sol aún ni siquiera se colaban entre las rendijas de aquellos preciosos y magníficos ventanales, iluminando todo el salón, dado que antes de acostarse, se encargó de bajar las persianas precisamente con el fin de evitar justo aquello.

Andó descalza, con sigilo, hasta que sus pasos la llevaron al cuarto de baño. Cerró la puerta; echó el pestillo; se deshizo de la camiseta, las braguitas y se metió directa en la ducha.