Notes

-Sonreía jadeante, sabiendo que había logrado encender a su chico; aquello era evidente, se lo indicaban sus acciones y el bulto entre su pierna creciente y pulsante mientras se acomodaba sobre este. Sus ojos se abrieron de par en par cuando fue tomada por aquellos fuertes brazos, llevándola a acomodar su espalda sobre el colchón, le observó con detalle apreciando sus facciones cada vez cambiantes, dejando su expresión relajada para volverse en puro placer, con mejillas rojizas y ardientes sin lugar a dudas. Echó hacia atrás su cabeza cuando sus labios comenzaron a descender desde su cuello hasta el vientre, llevando su diestra a la cama para afirmarse de una de las sabanas y comenzar a emitir suaves y delicados jadeos, observando de reojo como el chico tomaba el control de la situación; alzó sus piernas un poco y ayudó a deshacerse de sus prendas, quedando desnuda y expuesta, pero con las sensaciones a flor de piel por lo que al verle quitando lo poco que le quedaba de ropa, mordió su propio labio inferior, saboreando aquello que dentro de poco estaría dentro de sí. Al sentirle de nuevo entre sus piernas, esta vez estando ambos desnudos se alzó, colocando su brazo alrededor del cuello ajeno, acariciando su nuca y obligándole a inclinarse más. Con su mano libre fue hasta su pecho y le acarició, entrelazando sus dedos entre los vellos que el ajeno poseía que no estaba demás pensar en cuanto le encantaban, le daban ese toque de hombría y masculinidad que la hacía temblar de piernas. Cortó el beso por un instante y le soltó, llevando aquella mano hasta los labios contrarios, acariciándole suavemente para después argumentar.- Me encantas, ¿lo sabes? Pero mira, yo aquí mando. -Le guiñó el ojo y dejó un corto beso en sus labios. Evidentemente aquello era un reto. Lo empujó suavemente, de modo que él quedara sentado con sus piernas estiradas, cómodo por las almohadas y su espalda reposada justo en la única pared que les acompañaba en esa parte de su hogar; gateó entonces hasta él, observándole fijamente a los ojos en todo momento. Posteriormente, le sonrió ladina y se sentó sobre él, sujetando con su diestra la masculinidad ajena y comenzó a acariciarle, de arriba abajo en un compás lento que acabó en un apretón. Le observó y lentamente comenzó a introducirlo en su vagina, entrecerrando sus ojos y sintiendo como la respiración propia comenzaba a agitarse por la ligera mezcla de dolor y placer; una vez encontró todo este dentro de si, acomodó ambas manos sobre los hombros del chico, con firmeza e importándole poco si sus uñas comenzaban a clavarse.- ¿Cómo se siente? -Cuestionó jadeante, comenzando a mover sus caderas de forma suave y lenta de un lado a otro para que todo su miembro tocara las paredes de su vagina; estaba segura eso le encantaría.-